«Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir». (ATRIO). Con comentarios


‘Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir’
Redacción de Atrio, 27-Marzo-2013

Son palabras del guión que sirvió al cardenal Bergoglio para su intervención en una de las congregaciones previas al Cónclave y que entregó después al cardenal Ortega de La Habana, que le había pedido si tenía escrito el texto de lo que había dicho. El texto no lo tenía porque había improvisado, según es su estilo, pero el día sigiente le dio un papel manuscrito que era un guión de las ideas que dijo —seguramente escrito antes, no después—. Lo reveló el cardenal de la Habana el lunes, 25, en la Misa Crismal de la Catedral. Y ayer apareció en varios medios, a partir de La Palabra, a cuya página no hemos podido acceder. Nosotros, tras visitar varios medios, hemos sacado la imagen y la transcripción del portal cubano Café Fuerte, que nos ha parecido la más exacta. Al final hacemos unas glosas de redacción.

manusxritobergoglio

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TRANSCRIPCIÓN DEL MANUSCRITO ENTREGADO POR EL CARDENAL JORGE MARIO BERGOGLIO CON SUS PALABRAS EN UNA CONGREGACIÓN GENERAL PREVIA AL CÓNCLAVE EN QUE FUE ELEGIDO SUMO PONTIFICE DE LA IGLESIA CATOLICA

– Se hizo referencia a la evangelización. Es la razón de ser de la Iglesia.

– “La dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI).

– Es el mismo Jesucristo quien, desde dentro, nos impulsa.

1.- Evangelizar supone celo apostólico.

Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.

2.- Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico.

En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar… Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.

3.- La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual (Según De Lubac, el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia). Ese vivir para darse gloria los unos a otros.

Simplificando; hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans, o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí.

Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas.

4.- Pensando en el próximo Papa: un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo, ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales, que la ayude a ser la madre fecunda que vive de “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
* * *
GLOSAS DE ATRIO:

1. La privacidad de las reuniones previas al Cónclave no entran dentro del secreto objeto de juramento. De estas reuniones empezaron a hacer ruedas de prensa los cardenales estadounidenses, que fueron prohibidas para dejar sólo las asepticas del servicio vaticano de información. En esta revelación autorizada posterior no hay quebranto de ninguna ley ni juramento. ¿Una estrategia darle autorización a Ortega para revelarlo en Cuba? Si es para que todos obispillos y moenseñorinos de curia sepan por dónde va el Papa y no intenten disuadirlo con romances, ¡bienvenida estrategia!

2. Lo que hay es un impresionante testimonio de cómo Bergoglio planteó a los cardenales el cambio más radical que se necesitaba y que llegó al corazón de los cardenales: la salida del eclesiocentrismo y de la autorreferencia perenne a la Iglesia, que impide de hecho transmitir la luz de Cristo. En paralelo corresponde a lo que sabemos fue el mensaje electoral de Ratzinger: lucha contra la dictadura del relativismo y el secularismo y vuelta a restuarar el antiguo esplendor y la autoridad de la Iglesia.

3. Dicen que a veces puede salir un papa como solución de compromiso. Ante la división en dos bloques de los cardenales electores, se ponen de acuerdo en un nombre que por no haberse significado no tenga enemigos. Si el discurso cuyo guión ahora tenemos lo pronunció Bergoglio ante los cardenales, lo significativo es que más de dos tercios de esos viejos cardenales estuvieran de acuerdo en su interior en ese gran cambio de perspectiva que está ahí bien declarado. La situción exigía ya salir de la iglesia al mundo.

4. Si se recibe este guión de su exposición en un momento crucial, electoral si se quiere, con el corazón y no con el hígado, como a veces se comenta en ATRIO, tendremos que reconocer que representa un cambio fundamental de paradigma eclesiástico, del que pueden llegar no sólo gestos sino muchos cambios de fondo, beneficiosos para la vida y el mundo entero, que es lo que en definitiva cuenta.

5. La corte de personajes y los medios (capitaneados por un eficiente Centro Televisivo Vaticano) han acompañado hasta la saciedad las primeras dos semanas del papa Francisco. Recibimos con alegría que, por su expreso deseo la Misa del Jueves Santo por la tarde, en la cárcel para menores de Campo di Marmo, se realizará en estricta intimidad y sin retrasmisión televisiva. La estrategia mediática en suspenso. ¿Cambiarán también los futuros viajes? Se lo empieza a preguntar Juan Arias en El País, AD.
Tema: Francisco, Iglesia Católica
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21 comments to ‘Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir’

oscar varela
29-Marzo-2013 – 3:05 am

Hola!

El Texto en cuestión no parece un “Programa” sino la de alguien que piensa: -“¿qué estamos haciendo acá?”-

Una larga historia de 18 siglos le dice que esta estructura orgánica (con el nombre de “Iglesia”) se ha quedado sin un “funcionario”, que cumplía una “función” en ese organismo.

Entonces se responde: -“estamos acá para poner a alguien que llene el hueco”-

¿A quién elegir que sea idóneo?

Para considerar los “requisitos” adecuados a la función,
piensa en la dinámica fisiológica de ese organismo (“Iglesia”) y dice que

– “su razón de ser es la evangelización”-
– “tarea alegre (dulce y confortable)”
– “impulsada por Jesucristo”-
………

Habituados los “creyentes” a ese imaginario teológico elaborado y machacado en aquellos 18 siglos pasados, tal vez no nos damos cuenta que se trata de un “imaginario teológico” nacido y criado en referencia a un otro “imaginario mundanal” gemelo con el que –en tiras y aflojas, dimes y diretes- vino a compartir el negocio del Mando y del Poder sobre las concretas unidades orgánicas de Pueblos y Personas habitantes.

Este jueguito dicotómico de Iglesia y Mundo; de Sagrado y Profano (tan usado en Atrio y –por alguna razón, que pienso de “madurez”- se hubo dejado) me parece que sigue vigente en la “teología eclesial” del Autor; y que le enmarcará el “ámbito pastoral” de Gobierno.

Ese parecerme se me decanta por el juego dinamizado en torno a la Puerta:
* golpeada de fuera hacia adentro (movimiento “centrí-peto” o “auto-referencial”)
* golpeada de dentro hacia afuera (movimiento “centrí-fugo” o “hacia las periferias“)
…………………

Pero –me pregunto-:
ese “imaginario teológico-pastoral” que el Autor-Bergoglio da por esta asentada Iglesia tradicional de 18 siglos …
¿ … cuánto se conjuga con el “imaginario de El Galileo y su Proyecto” al convocar-a-LOS DOCE?

Ni en el actuar de Jesús, ni en su legado Proyecto percibo esa dicotomía de Organismos institucionados supuestamente complementarios: Iglesia/Mundo; ámbito Sagrado/ámbito Profano; y hasta el más inverosímil de coexistir dos tipos de “Estados”.

Este asunto de los dos tipos de Poderes (eclesiástico y civil) actuando sobre un mismo Sujeto-Persona nos aparece como el problema de fondo a resolver, pero que la “dogmática” vigente en la “Iglesia” no puede ceder sin declarar en bancarrota la primacía de su “imaginario teológico-pastoral”.
……………..

¿Cuál es la solución al problema que se nos plantea?

Yo no necesito la solución porque he dejado de tener el problema al decantarme por el modo de pensar orteguiano de la Vida humana; y por el modo interpretativo de Salvador Santos acerca de El Galileo y su Proyecto.

Pero eso no me exime de ver el problemón en que está metida la Iglesia al pretenderse ser un “Estado: divino, revelado y eterno”.

Sin embargo, pienso que el “ir haciendo” (praxis) cada vez mejor los quehaceres de la vida honesta es andar en el buen camino.

Veremos, mientras ¡Voy todavía! – Oscar.
Ildefonso López
29-Marzo-2013 – 0:11 am

Javier no sabía que estabas por Andalucía, si vienes por Córdoba avisame, me gustaría conocerte en persona. ¡Ah¡ “Concordia” paso a mejor vida ,y con él su entrañable amigo el ”Marqués de la Rosa”.
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Ana voy a entrar nuevamnete en Atrio con mi nombre de pila. Los comentarios serán cortos para expresar en pocas palabras lo que pienso y para no crear polémicas. No me gustan los enfrentamientos , pues tuve la experiencia anterior de que no era bueno expresar ciertas cosas aunque sean de una forma metafórica con aquel personaje quijotesco llamado ”Marqués de la Rosa”.
Ildefonso López
28-Marzo-2013 – 23:53 pm

Ana Rodrigo te felicito por tu comentario, saludos.
ana rodrigo
28-Marzo-2013 – 22:26 pm

Javier, existe el lenguaje simbólico, el lenguaje literario, el lenguaje metafórico, el lenguaje poético…Afortunadamente hay realidades que nos hacen menos burdas determinadas afirmaciones formales. Abriendo nuestra mente a otras formas de ver y de leer la realidad, nos es más fácil aligerar determinadas empanadas mentales indigeribles. La literalidad de las palabras en muchas ocasiones encorsetan nuestras mentes. Así que, despliega tus alas y vuela por encima de la miseria a que nuestras torpes miopías nos reducen.
Javier Renobales Scheifler
28-Marzo-2013 – 21:34 pm

Sí sí, caña Ana.
Jesús no golpea, pues no está en nuestro mundo.
Si fuera que resucitó, estaría en lo que llamamos más allá, sin ninguna posibilidad de hacer nada en nuestro mundo, ni golpear ni estar dentro ni fuera de ninguna parte ni menos en la ICR, de la que se pondría Jesús bien a salvo, si viviera en nuestro mundo.
Es mentira que Jesús golpee nada; mentira de la fé católica, pero mentira odiosa como lo son las mentiras. Y no es una mentira piadosa, sino muy interesada en engañar a la gente.
Mentira que Bergoglio no va a corregir, sino a fomentar, con lo que seguiremos más del mismo.
ana rodrigo
28-Marzo-2013 – 19:54 pm

Javier me está dorando la píldora para que no le dé la caña que suelo darle, jajaja, pero no se va a librar… Ayer pasamos un día estupendo, es cierto.

Ilde, me alegro verte por atrio, pues por Facebook te veo casi todos los días. Un abrazo.
ana rodrigo
28-Marzo-2013 – 19:43 pm

Luis Henríquez, por una vez y, sin que sirva de precedente, te voy a dar la razón en una cosa: pienso que este Papa no va a mover ni una tilde de la moral sexual tradicional de la Iglesia, creo que si lo hiciese, se lo cargarían. ¿Por qué si no Pablo VI publicó la encíclica Humanae Vitae? Por miedo a que se le fueran de las manos los entusiasmos progresistas de la época postconciliar.

Pero, sería un error que la doctrina moral de la iglesia vaya por un camino y la realidad social vaya por otro. Tú mismo, Luis Henríquez constatas que la población católica hace caso omiso de la moral católica de la Iglesia, por lo que de nada le sirve a ésta seguir predicando en el desierto. La sociedad no es tonta y por mucho que la Iglesia se empeñe en decir lo que es moral o inmoral, de nada sirve, porque la sociedad madura sabe actuar conforme a su conciencia.

Pienso que este Papa, del que yo tengo alguna esperanza con respecto a reformas vaticanas y estructurales, así como a una presencia más próxima a la gente y al mundo de la pobreza, se quedará en eso que hemos conocido como cura progresista, que aplicado a un Papa, es todo un salto cualitativo, habituados como estamos a ver que los Papas, salvo alguna excepción, ponen todo su empeño en mantener ese aparato curial tal como se lo encuentran o a borrar de la historia el CVII como hizo Ratzinger.

Ojalá que abra las puertas a la nueva teología de la diáspora y terminen las condenas urbi et orbe a quienes están haciendo una teología seria y más acorde a la evolución de nuestra sociedad. Una sociedad adulta, formada y con capacidad de discernir. Es decir, tendría que dejar de lado el tratamiento infantiloide que se ha dado hasta ahora a la sociedad.
Javier Renobales Scheifler
28-Marzo-2013 – 19:34 pm

Hola Ilde, yo también te saludo, amigo, con toda Concordia, y al amigo Luis GM con la misma. Ayer estuve con Ana Rodrigo con mi hija en su casa; nos enseñó Granada, es una magnífica cicerone, y una magnífica persona, magnífica todo, cocinera, conversadora, madre y abuela. Hoy hemos hablado de tí y recordado Córdoba.
Mi comentario. anterior es irónico/sarcástico. Estoy esperando ver que Bergoglio haga algo eficaz a favor de los pobres, los cuales no aparecen cerca de él por ahora en ningún momento.
Saludos concor-dios.
pepe blanco
28-Marzo-2013 – 19:14 pm

– Lo primero, disculparme por el lapsus de atribuir a una intervención en el cónclave lo que en realidad había sido una intervención en una de las congregaciones previas. Las prisas o el subconsciente me condujeron al lapsus. Dicho lapsus provocó una observación de Rodrigo Olvera, observación que, aparentemente, no se sostenía, como él mismo ha señalado en un comentario previo. Digo aparentemente porque hoy sabemos que Francisco ha autorizado a hacer público cierto detalle del cónclave. En concreto, sus palabras de aceptación. (http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2013/03/27/soy-un-gran-pecador-confiando-en-la-misericordia-y-en-la-paciencia-de-dios-en-el-sufrimiento-acepto-religion-iglesia-vaticano-francisco-documental.shtml) Cierto que no es lo mismo autorizar a revelar sus palabras de aceptación que su “programa de gobierno”. Pero sí ha autorizado a revelar algo del cónclave.

– Se os ve tan optimistas a muchos con el nuevo papa, que a uno casi le da cosa manifestar su desconfianza.

– Sobre este texto programático:

1º.- No me resulta fácil entender exactamente qué quiere decir Bergoglio al referirse a las “periferias existenciales” o a la “iglesia autorreferencial”.

2º.- Entiendo que se califica el pensamiento y la prescindencia religiosa como periferias existenciales, otorgándoles una connotación muy negativa, al incluirlas en la misma relación que el pecado, el sufrimiento, la injusticia o la ignorancia. No obstante, la redacción me parece confusa, tal vez por apresurada. No está claro si se refiere al sufrimiento, a la ignorancia, al pensamiento o a la prescindencia religiosa como periferias existenciales o bien si a dónde quiere dirigir su pensamiento es a la periferia de todas esas realidades existenciales.

3º.- Es demasiado optimista -o pelín soberbio- al presuponer que “Jesús” está dentro de la iglesia y quiere salir. (Aquí, “Jesús”, ¿de qué es imagen, símbolo, metáfora?) Si Francisco fuera un hereje, se le acusaría de reiventar las sagradas escrituras, pues estas afirman que Jesús está fuera y quiere entrar. Pero como es un Papa, es un genio renovador al saltarse a la torera el aludido pasaje apocalíptico para afirmar exactamente lo contrario de lo que el texto dice.

4º.- Si es cierto que la iglesia quiere dejar de ser autorreferencial, que empiece a dialogar ya con el mundo actual.

5º.- Aunque, sinceramente, yo no veo en este texto ninguna invitación expresa al diálogo con el mundo, sino más bien una invitación al apostolado y a la propaganda de la fe, desde la certeza de creerse en posesión de la verdad.
luis . henríquez
28-Marzo-2013 – 13:29 pm

Si los gestos del papa Francisco son, en efecto, delicada expresión de una sensibilidad franciscana reformista, bendito sea Dios: la Iglesia universal y el mundo necesitan, como agua de mayo, como maná de la Alto, esos gestos, esa renovación, esos aires de reforma, en la línea de depurar la Iglesia católica, “semper reformanda”, llevándola más hacia las directrices eclesiales maestras que nacen del mismísimo Evangelio.

Sin embargo, me parece que determinados análisis progresistas están yendo demasiado lejos. En la línea o el sentido de augurar que nuestro nuevo Papa va a ponerlo todo patas arriba en la Iglesia, incluidos aspectos nucleares de la doctrina (pongamos: el aborto, la eutanasia, la legitimiación de las relaciones homosexuales, el acceso de la mujer al ministerio ordenado, la legitimación de la anticoncepción…).

Para nada: ya verán ustedes cómo nada de eso va a cambiar; el papa Francisco confirmará la doctrina tradicional de la Iglesia en todos esos aspectos y en tantos otros (relaciones prematrimoniales, por ejemplo, aceptación de los 5 puntos innegociables para un fiel católico según el magisterio de Benedicto XVI, aceptación de la Iglesia como estructura jerárquica, y un largo etcétera), mientras una inmensa mayoría del Pueblo de Dios, por una parte es capaz de vitorear al nuevo sucesor de Pedro y por otra pasa o hace de su capa un sayo en lo tocante a la vivencia de algunos contenidos de la fe católica, especialmente los referidos a la moral sexual, familiar.

Al menos en Canarias, sospecho que el 95% de las personas pertenecientes a las generaciones más jóvenes -y puede que me quede corto-, pongamos que de 55 años para abajo, pasan más o menos olímpicamente de la doctrina moral de la Iglesia católica. No hay más que ver lo adelgazadas que están la inmensa mayoría de las familias jóvenes formadas por bautizados católicos: casi ninguna pasa de la parejita; ergo, lo más probable es que usen de métodos anticonceptivos en sus relaciones… Incluso aunque expliquen en sus “cátedras” de profes de la escuela católica, o en facultades de teología la enseñanza oficial de la Iglesia, en su vida recortan o actúan según les convenga. “Religión a la carta” suele llamarse esto.

Y esto es tan así en la Iglesia -o sea, tan mezquino, tan hipócrita y tan desleal con relación a la doctrina de la Iglesia misma-, que yo me temo que el nuevo Papa, a quien yo mismo saludé con entusiasmo, y con pública declaración de fidelidad y de respeto, nada va a poder hacer. Que ese es un “cáncer” muy extendido en el tejido de la Iglesia; y sobre todo, no veo voluntad alguna de extirparlo.

Al contrario: si te manifiestas como militante fiel al Magisterio -modestamente, creo que es así mi propia experiencia-, te linchan en la propia Iglesia, te ningunean, te putean, te “ignorantan”. Es decir, pasan de ti, te mandan directamente a la mierda, a la papelera de reciclaje, incluso al precio de tratar de anularte como persona, aun a base de difamarte públicamente. Sé de lo que hablo: he sufrido en mis carnes y en mi atribulado espíritu todo esto que mismo que denuncio.

O dicho de otra manera: conozco a tipos y tipas “enchufados” como profes de la escuela católica o como profes de Religión en la escuela pública, que todo el mundo conoce que son unos hipócritas de cojones que hacen acto de presencia en movidas eclesiales con el fin principal de mantener sus puestos de trabajo eclesial. Este especimen de arrivista es muy frecuente en la Iglesia católica hoy día; y empero, no veo que se haga gran cosa por extirparlo de raíz, y además nada va a poder hacer el nuevo Papa para extirparlos del tejido de la Iglesia.

Nada. Y conste: no soy pesimista al decirlo -ni mucho menos resentido o envidioso, según acusan algunos imbéciles que me difaman-, sino que más bien no me tengo por tonto del todo.

Pero bueno: tiempo al tiempo y a ver hasta dónde llegan las reformas del papa Francisco.
ana rodrigo
28-Marzo-2013 – 12:59 pm

Si un cardenal, posible Papa, que escribe “Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico.”, y sobre todo si a un cardenal, candidato a Papa, le ha pasado por sus reflexiones y pensamientos, es difícil que, cuando llegue a Papa, como es el caso, no se pueda esperar a un Papa novedoso dentro de la ortodoxia y revolucionario para el aparato vaticanista. Y, como dice el glosario de atrio, no es menos llamativo que ese geriátrico de cardenales anclados en la obediencia ciega a los Papas anteriores desde una rigidez dictatorial, hayan elegido Papa a un hombre que dice estas cosas.

Y lo que dice es (nada más y nada menos) que la causa de los males de la Iglesia es el tenerse asimisma como referente único, mirándose el ombligo y derivando en “el narcisismo teológico”. Pienso que esta idea es explosiva y lleva una carga transformadora imponente. Hacer teología para los demás, al estilo de Jesús, es la clave de la renovación de la Iglesia. Ojalá el Papa Francisco sea valiente y pueda poner en marcha la brújula evangélica cuya referencia sea Jesús y su mensaje, y no una institución cuyo referente sea ella misma.

Veo mucha impaciencia y hasta exigencia en algunos comentaristas porque en un par de semanas que lleva este Papa no ha vendido ya el vaticano y lo haya repartido a los pobres. Habrá que dejar un margen de tiempo y que cada cual valore lo que le parezca oportuno, pero a mí, aunque no me satisfaga todas mis expectativas, siempre valoraré lo positivo y los pasos que se den en pro de una Iglesia más evangélica.
Rodrigo Olvera
28-Marzo-2013 – 12:56 pm

Realmente está muy interesante el video de la declaración de Bergoglio ante la justicia.
Minuto 4:23 en el momento en que escucha “podría decirnos los sectores a que se refiere?” en relación a denuncias de diversos sectores contra los dos jesuitas secuestrados, en ese momento literalmente se muerde los labios, expresión de negarse a decir algo que sabe y ya viene la respuesta verbal “la gente que no estaba de acuerdo con esa opción”, lo cual es una respuesta de deflección; y cuando le insiste el interrogador que esas gentes deben tener nombres y apellidos su respuesta es una clara mentira al afirmar “no no sectores gente” y regresa a la deflección con la anécdota de Arrupe.

Minuto 5:20 el interrogador insiste en que es importante que Bergoglio haga un esfuerzo por identificar de donde se originaban los cuestionamientos a Yorio y Jalics, Bergoglio niega con la cabeza cerrando los ojos… dura un segundo, y continúa ya de manera sostenida por unos segundos más la negación con la cabeza pero ya con los ojos abiertos. El gesto está diciendo “no haré ese esfuerzo”. Y ya viene la respuesta verbal, nuevamente en deflección “de distintos ambientes, de ideologías diversas”.

Minuto 6:00 El interrogador insiste ya con frustración en la voz “señor bergoglio le pido que tiene mucha importancia para esta investigación, haga un esfuerzo a ver si puede precisar algún nombre y apellido…” y cierra con fuerza los ojos por un segundo. Esta microexpresión va acompañada inmediatamente por un emblema gestual de taparse la boca con la mano, lo cual disumula inmediatmente tocándose la nariz como si tuviera comezón. Continúa la pregunta del interrogador “… algun ah algún miembro de la Compañía de Jesús, miembro de la Iglesia Católica, jerarquía…” aquí el emblema de taparse la boca se trasforma a rascarse el interior de la nariz, en un emblema de desafío o desprecio; continúa la frase del interrogador “nos puede ayudar a precisar quienes impulsaban o compartían el cuestionamiento…” y el emblema regresa a ser de taparse la boca. Y ya en la respuesta verbal, sigue en la deflección

¡Claro que había nombres y apellidos de los denunciantes, y él los sabía al declarar y decidió no decirlos! Y el que se apuntara hacia integrantes de la Compañía de Jesús o integrantes de la jerarquía le provocó desprecio hacia el interrogador.

No abuso más del espacio
pepe sala
28-Marzo-2013 – 12:46 pm

Yo tampoco me identifico en ninguna de los apartados del nuestro ” analista particular”: Luis G- M. Agradecido por el esfuerzo, ” pater”, pero hay que ser mucho más concreto si se quiere obtener un mínimo de coherencia y sentido común. ( nada parecido a lo que persiguen en la ICAR. Y aquí sí me voy a dar por aludido:

“”Dentro de Atrio hay voces, incluso airadas, que claman contra la desaparición de eso que llaman sagazmente la “ICAR” (que podría ser Instituto Cántabro de Albergues Rurales)”»

1º: Parace una broma macabra que alguien acostumbrado a utilizar sistemáticamente las iniciales de las palabras para engañar al personal acuse a los demás de ” sagacidad” por utilizar el mismo sistema. Pues lo siento, ” pater”, pero en mi caso no es ” sagacidad”. Es simplemente economía del lenguaje y, en el contexto que escribimos, es lo más normal.
No me apetece escribir… Iglesia Católica, Apostólica ,Romana cada vez que se habla de tu Iglesia en ATRIO. No acabaría nunca. Además hay otras Iglesias católicas de diferente nombre y por lo tanto es conveniente definir a cada cual por lo que es.

2º: Lo jodido es que la ICAR ( y sus mariachis) abusan hasta la saciedad de la utilización de iniciales para definir montones de asuntos. Desde el famoso INRI ( que aún me persigue por culpa de la ICAR), hasta la no conclusa definición de ISH, pasando por Lc ( Lucas), Mt ( Mateo) Jn ( Juan), etc, etc, etc… ¿ Es que aún tienen la cara dura de acusar a los demás de utilizar iniciales para economizar en el lenguaje?… Pues que baje dios y lo vea.

3º: De ningún modo la utilización de iniciales para referirse a cualquier Organismo puede significar algo que no existe. El Organismos que nos nombras, Luis G. M. no existe, por lo tanto es una FALACIA más que nos quieres colar en ATRIO
Bueno sería que existiera, y no sólo en Cantabria. De ése modo , el tal Organismo, se preocuparia de que no hubiese tantos ” Albergues rurales” gratuitos para los curas, monjas y demás familias privilegiadas. Y se preocuparían de que los ABADES de los “Campos Sagrados” de Asturias, Cantabria y León, pagasen religiosamente sus estancias y comilonas del mismo modo que hacemos los demás. Haré la propuesta al consejero de Turismo de Cantabria a ver si cuaja. Le propondré también que dejen ya de subvencionar a los ” Albergues religiosos” que se están forrando con el cuento del Camino Xacobeo, a la vez de estar arruinando a quienes pagan impuestos por negocios que no pueden competir con tanta religiosidad SUBVENCIONADA CON DINERO PUBLICO.

4º: Celebro el ” consenso” que ha conseguido la ICAR en torno al nuevo papa Francisco. Incluso quienes aparecían en polos opuestos parecen haber llegado a un acuerdo. Ya no me asombraría leer una felicitación a ATRIO en algún blog de ésos que maneja la ICAR. ( Jesús Bastante, Cigüeño de la Torre y similares.)
Pues nada, mi enhorabuena. Yo seguiré ” en mis trece” y esperaré, pacientemente, los ” avances vaticanos”. Es como meter una alpargata en una jaula y esparar a que cante; pero…no es poco que nuestro ínclito Luis G. M. haya entrado en ATRIO felicitando a alguien que no comulgase con sus religiosísimas ideas eclesiásticas,católica, apostólicas, romanas. ( ¡¡ UFF!! he conseguido escribirlo sin equivocarme!!)

Bueno pues…
h.cadarso
28-Marzo-2013 – 12:36 pm

Amigo Luis: Te veo muy en plan “wyoming” con tu ICAR=Instituto Cántabro de Albergues Rurales… Ya ves que alguno como Pélaez no se siente reflejado en tu “taxonomia”…
La verdad, yo no sé si el Hijo Pródigo se habría visto metido en la Iglesia, ni tampoco sé si el otro hijo está metido dentro de la Iglesia, me refiero a la iglesia verdadera…Tampoco sé si el hijo que dijo a su padre: Sí, papá, ya voy, pero no fue, está metido en la iglesia, o si al otro hijo que le dijo a su padre: No me da la gana ir, pero luego fue, hay que considerarlo dentro de la iglesia.
Creo que la Iglesia verdadera es un compuesto híbrido de elementos divinos y humanos. Y esos elementos humanos la arrastran hacia el barro y la m., de manera que en muchos momentos parece cien por cien de este mundo y en muy pocos casos parece mínimamente obra de Dios. Y no sé si decir Sacro Colegio Cardenalicio, o equivocarme y soltar lo de Sacro Sanedrín Cardenalicio…
O sea que no podemos sentirnos bobaliconamente esperanzados y optimistas, debemos soportar una gran dosis de realismo y autocrítica. Aquí algunos se pasan de pesimistas y negativos, creo yo, y su lenguaje no es nada constructivo ni realista pero otros podríamos pasarnos de optimistas e ilusos, creo yo.
Y siguiendo la pista que no desvela del todo Pélaez, yo te diría que algunos están fuera del todo, y pasan de iglesias y religiones; y otros estamos en la frontera, en la indefinición, hijos pródigos a ratos, hijos hipócritamente fieles en otros ratos, hijos que dicen “sí” y hacen “no”, hijos que dicen “no” y hacen “sí”.
Un lío, Luis. O sea que me quedo con lo de Instituto Cántabro de Albergues Rurales…Y con “wyoming”, el del Intermedio de la Sexta.
Rodrigo Olvera
28-Marzo-2013 – 12:16 pm

Oscar

Es muy interesante el entrenamiento de distinción de microexpresiones (duran menos de un segundo… cuando duran más es señal de que son fingidas), y sobre todo cuando se usa para identificar disonancias entre los que se dice verbalmente y la emoción que se filtra en la microexpresión. Ciertamente es un entrenamiento muy útil, sobre todo en ciertas profesiones, pero no todas las personas “aguantan” la información que ya no se deja de percibir.

También es cierto que hay que ser mucho muy prudentes en la aplicación de este entrenamiento. Por ejemplo, ante la pregunta de si del secuestro de su antigua jefa de laboratorio se enteró por los diarios, Bergoglio responde sin dudar que “sí, por los diarios” y sin que medie estímulo externo, trasluce una microexpresión (levantamiento ligero de las cejas un segundo junto con constricción de los labios, inmediatamente baja las cejas y parpadea) que fácilmente podría considerarse como culpa, pero que puede ser también tristeza. Esto es en el segundo 53 del video que pongo. A su respuesta, le preguntan si realizó gestiones, durante toda su respuesta de las gestiones, mantiene las cejas levantadas pero de manera más acentuada y sostenida… esta expresión ya no es una microexpresión. Sería irresponsable deducir de esto que Bergoglio siente alguna culpa por el secuestro de su ex jafa de laboratorio y en consecuencia que no se habría enterado por los periódicos… es probablemente más bien que el recuerdo activo la emoción de tristeza, misma que fue controlada conscientemente (lo cual es muy jesuita).

Respecto de la grafología, no conozco ningún texto autógrafo de Bergoglio, pero sin duda será interesante un análisis.

Saludos
oscar varela
28-Marzo-2013 – 11:48 am

Hola!

De Jorge Bergoglio, hombre:

1.- He aquí un “manuscrito“.

2.- “imágenes y gestos corporales“: a montones.
……………….

Ad 1.- La Grafología ¿es Ciencia o no? Sé que se discute el asunto. Hace 2 años hice un Curso con un Profe que “se las sabía todas”. Era consultado por Jueces y Abogados.

Nota al margen: este conocimiento (como el del item 2.- “Comunicación No-Verbal”) trae muchísimos problemas de relación personal íntima al que lo posee; si es varón; su mujer “no lo aguanta”; es como que te están “espiando” de contínuo y te hacés un lio. Sus hijos o amigos también se sienten como que los “desnudan”. Hay “conocimientos” que joden la vida personal; y una vez que los tienes, tienes un “problema”.

Ad 2.- Paul Ekman encontró que las expresiones faciales de las emociones no son determinadas culturalmente, sino que son más bien universales y tienen, por consiguiente, un origen biológico,.

Sigo con la Nota anterior: El Profe-amigo tenía -para su colmo- esta ¿Ciencia? Hacer con él un Curso paralelo al de Grafología fue toda una Aventura con sus peligros: se siente lo que nos dejó claro el Poeta A. Machado: “El ojo es ojo, no porque lo ves, sino porque te ve” (tal vez se pudiera decir “… sino porque ves que te ve”).
……………….

¿Habrá, entre los atrieros lectores alguen que nos diga algunas cositas de los “grafos y gestos biológicos” de don Pancho?

¡Gracias y vamos todavía! – Oscar.
Rodrigo Olvera
28-Marzo-2013 – 5:30 am

Cuando hice mi comentario sobre la autorización, lo hice en respuesta a un comentario que afirmaba que Francisco había auorizado publicar una intervención en el cónclave. Resulta, con lo que publica esta entrada, que no fue así:
+ porque no fue una intervención en el cónclave, sino previo al mismo; y
+ porque no necesariamente hubo autorización para publicarlo.

Dado como fueron los hechos, efectivamente mi comentario de que se habría autorizado violar una norma no se sostiene.

En ánimo de la misma trasparencia del equipo Atrio, comparto este enlace sobre las ya nacientes oposiciones a Francisco en varios sectores.
http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2013/03/22/la-silenciosa-oposicion-al-papa-bergoglio-religion-iglesia-francisco-curia-nuevos-movimientos-conservadores-reforma.shtml

sigamos viendo como evolucionan hechos, gestos y actos de gobierno

Ildefonso López
28-Marzo-2013 – 1:33 am

Te saludo Javier, tu criterio es válido, aún no he perdido la esperanza de que el Reino se abra paso entre las tinieblas.
Javier Renobales Scheifler
27-Marzo-2013 – 23:02 pm

Quien quiera que la ICR siga como está, en comunión lo mismo con un papa que con otro, como es el caso de Luis GM, puede tener toda la esperanza del mundo en que no será defraudada. Hagan lo que hagan los papas, seguirá en comunión con ellos..
Quien quiera un buen lavado de cara, de imagen, también puede tener esperanza, un cambio de Look, que parezca moderno y juvenil y esas cosas, mas a la moda.
Así que a esperar, a ejercer la esperanza, los esperanzados en Bergoglio
Los pobres no deben pues perder la esperanza, los pobres; además, siempre pueden confiar en dios, y en que mientras hay vida hay esperanza. Y si ya no hay vida terrena, de ellos es el reino de los cielos (qué suerte la suya).
A rezar pues, y a dar gracias a dios sin perder la esperanza.

Javier Pelaez
27-Marzo-2013 – 21:37 pm

Luis no me siento representado en ninguno de esos cuatro grupos.Te animo a seguir con la clasificación.Eres un buen taxonomista.
Luis Gonzalez Moran
27-Marzo-2013 – 20:05 pm

Habiendo sido en muchas ocasiones crítico con algunos aspectos de Atrio, quiero, en esta ocasión agradecer sinceramente a Antonio y su equipo el magnífico trabajo realizado en orden a proporcionar todo tipo de información desde el anuncio de la renuncia del ministerio petrino de Benedicto XVI hasta este momento en que ya preside la caridad el papa Francisco. Ha sido un leal ejercicio de pluralidad, necesario para decir solo las tonterías imprescindibles.
Es muy curioso como al trazar el perfil del nuevo papa, cada persona pergeña el retrato de su propia personalidad o, al menos, de su posicionamiento frente a la Iglesia y al papado. Se pueden distinguir varias orientaciones, que, sin ánimo de exhaustividad, pueden describirse de la siguiente forma:

1ª.- Los que afirman que el Papa nuevo no va a fracasar, porque ya ha fracasado: la Iglesia, en su conjunto, y desde su fundación ha sido un “error doloso”, por lo que está fuera de la circulación y carece de legitimación. Esto dicho de un modo sencillo, que la teoría es mucho más complicada y meándrica.

2ª.- Para otro sector de pensamiento, el Papa fracasará, porque la Iglesia está condenada a su autodestrucción, porque no tiene ya ningún sentido en el mundo de hoy, tan liberado de “magia” y de tabúes: esta sociedad liberada terminará con la Iglesia, como institución esclavizadora de almas. Dentro de Atrio hay voces, incluso airadas, que claman contra la desaparición de eso que llaman sagazmente la “ICAR” (que podría ser Instituto Cántabro de Albergues Rurales).

3ª.- Hay un sector de compañeros que han salido de la estructura de la Iglesia, (incluso después de un proceso doloroso), pero aún guardan un rescoldo de lealtad esperanzada y cariño en el corazón, no hacia la Iglesia/institución, sino al creyente pueblo de Dios. Estas personas han saludado con alegría los signos del entreabrir ventanas y celosías del Vaticano para que entre un aire renovador.

4ª.- Finalmente, hay un grupo más reducido, casi “un pequeño resto de Israel” que seguimos dentro de la Iglesia, sin distinguir entre institución y pueblo de Dios. Yo me incluyo en este grupo, porque amo a la Iglesia y, como he dicho en alguna otra ocasión, espero morir, como decían los cursis, “en su seno”, si no me da un viento siroco desestabilizador.. He leído con gozo el manuscrito entregado por el cardenal Bergoglio al Cardenal de La Habana y muestro mi alegría por las siguientes manifestaciones que resalto en negrita, con las que me identifico plenamente:

.- “Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma”.

La palabra griega parresía se deriva de dos raíces: pan (todo) y rhésis (discurso). El significado fundamental de parrésía es el de «libertad para decirlo todo»; de aquí las diversas modulaciones de su significado: franqueza, valentía, libertad confiada

“Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (cfr. La mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico”
La Iglesia no puede considerarse como “centro” de nada: la Iglesia tiene una condición ancilar, está puramente al servicio del Reino de Dios proclamado por Jesús, y este destino es lo que debe marcar y caracterizar la acción de la Iglesia. Cuando se olvida este carácter de “instrumento” orientado hacia la instauración del Reino, “deviene autorreferencial y entonces enferma”. Ahora mismo la Iglesia está enferma de tristeza y de falta de horizontes ydebe ser salvado de sí misma. Creo que este es un sutil diagnóstico de quien, en el momento en que pronuncia estas palabras, era aún el (por lo visto) controvertido cardenal Bergoglio. Confundir Iglesia con Reino ha acarreado graves problemas de perspectiva y posicionamientos pastorales.
Hace muchos años que, en el humilde marco de mi trabajo ministerial sacerdotal, vengo luchando para “sacar” a la religión de los templos y plantarla en el centro de la vida, de las plazas, caminos, senderos, veredas… por donde “se lucha” la vida. La religión sin “la vida” tiene poco sentido, “se enferma”: gira sobre sí misma, sin fecundidad creativa.
Siempre me ha acuciado la idea de que la Iglesia no tiene que poner el énfasis en salvar instituciones, derechos, ideologías o teorías, que se salvarán o se perderán por su propio peso, sino que debe poner el acento en amar a las personas, ser samaritana con todos aquellos a quienes los innumerables salteadores han dejado medio muertos por los caminos de la vida, incluida ella misma mortalmente herida por los salteadores que, a veces, son de la propia casa. Ahí deben encontrarnos “samaritanamente”, no intelectualmente.
Para mí, el papa Francisco no es “stazione Termini” como final de un camino, sino es convocatoria a salir de la modorra y de la “instalación” y ponernos en la intemperie de la vida, a cuidarnos unos a otros.

Resumiento: estoy creando mi propia esperanza…

Discurso del Papa Francisco, ante el Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede


Discurso del Papa Francisco, ante el Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede.

El Papa que paga sus cuentas. Leonardo Boff


El Papa que paga sus cuentas. Leonardo Boff.

¿Cómo entender el Papado?. (Algunos apuntes de orden histórico). Eduardo HOORNAERT


(Tomado de RELAT. http://www.servicioskoinonia.org )

¿Cómo entender el Papado?
(Algunos apuntes de orden histórico)
Eduardo HOORNAERT

Nada más concluir el concilio Vaticano II hubo intensas discusiones sobre el papado. Muchas de ellas tuvieron eco en las páginas de la revista «Concilium» a lo largo de la década de 1960. De esos debates quedó la convicción de que es necesario conocer mejor la historia del papado, para evitar los anacronismos (proyectar al pasado las situaciones presentes) y las afirmaciones desprovistas de base histórica que permean el discurso acerca del gobierno central de la Iglesia católica. Ante un tema que toca puntos neurálgicos del sistema católico y de la sensibilidad católica, me parece importante anotar aquí algunos puntos básicos que suelen hacerse presentes cuando se habla sobre el papado.

1. Pedro en Roma

El obispo Eusebio de Cesarea, teórico de la política universalista del emperador Constantino, en el siglo IV, redactó para las principales ciudades del imperio romano listas de la sucesión de obispos, en el intento de adaptar el sistema cristiano al modelo sacerdotal romano. Lo hizo de una forma bastante aleatoria. Así, escribe, por ejemplo, que Clemente fue ‘el tercer obispo de Roma’, después de Lino y Anacleto. Conocemos a Clemente romano por sus cartas, pero nada sabemos acerca de Lino y de Anacleto. Nadie sabe de dónde sacó Eusebio esos nombres, trescientos años después de los acontecimientos.

Para dar consistencia a su tesis de que Pedro es el primer papa, Eusebio escribe, en el segundo libro (14,6) de su ‘Historia eclesiástica’, que el apóstol Pedro viajó a Roma al comienzo del reinado de Claudio, o sea, alrededor del año 44. ¿Qué dicen los escritos de Nuevo Testamento sobre eso? En Hechos de los apóstoles (12,17) se dice que Pedro, en el año 43, salió de Jerusalén y ‘fue a otro lugar’, sin especificar cuál. Los mismos Hechos relatan que Pedro está en Jerusalén en el año 49, con ocasión de la visita de Pablo. Nada se dice sobre la actuación del apóstol entre los años 43 y 49. Lo más probable es que haya viajado a Samaria como exorcista, pues los Hechos relatan su disputa con otro exorcista, de nombre Simón el Mago, que actuaba en aquella región. En fin, las fechas propuestas por Eusebio no se combinan con lo que los Hechos de los apóstoles nos narran.

Los historiadores hoy concuerdan en decir que Eusebio es un historiador sospechoso, pues está involucrado en un proyecto que tiene como finalidad articular la política imperial en su relación con el cristianismo, y contar el movimiento cristiano ajustándolo a un modelo dinástico de tipo romano. Eusebio proyecta la imagen de la Iglesia del siglo IV hacia el pasado. Por ejemplo, proyecta la repartición territorial de las áreas de influencia (diócesis) –repartición que forma parte de la administración romana– a los primeros tiempos del cristianismo, sin ninguna base historiográfica. En los capítulos 4 a 7 de su Historia Eclesiástica, elabora listas de obispos monárquicos que se remontan hasta los apóstoles. En todo ello aparece la intención de asimilar las estructuras cristianas a la organización imperial de la época.

Concluyendo, podemos decir que no hay base histórica para la afirmación de que Pedro haya estado en Roma, y con eso cae uno de los principales fundamentos del discurso oficial sobre el papado.

2. ‘Tu eres Pedro’

Hoy, las palabras ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’ figuran, con enormes letras, en el interior de la cúpula de la basílica de San Pedro, en Roma. Hay que recordar que se trata de un versículo aislado del evangelio de Mateo. Sin embargo, el sentido del versículo sólo aparece cuando es leído en el contexto, o sea, dentro de la secuencia de cuatro versículos: Mt 16,16-19. El historiador ortodoxo Meyendorff[1] muestra cómo esos versículos han sido entendidos en los siglos anteriores a Constantino y a la alianza entre las jerarquías cristianas y las autoridades del imperio romano. Se trata, según el historiador, de un elogio de Jesús dirigido a Pedro. Cuando éste afirma que Jesús no es un profeta entre otros, sino el ungido de Dios, Pedro muestra que Jesús no sigue la tradicional manera de actuar de los profetas del Antiguo Testamento, que amenazaban e intimidaban a las personas hablando de la ira de Dios por causa de los pecados y de la necesidad de penitencia. Pedro entiende que Jesús, que no amenaza ni condena, sino que apunta hacia el Reino de Dios, la gracia, la misericordia, el perdón, es diferente. Debe ser el ungido de Dios tan esperado, piensa él. Y Jesús elogia a Pedro por expresar de forma tan feliz la novedad que él mismo viene a traer. Es como si quisiese decir: “tú captas mi intención, tú eres la piedra sobre la cual pretendo construir mi Iglesia, si todos entendiesen lo que tú dices aquí, mi Iglesia estaría bien fuerte”.

Eusebio de Cesarea y los demás teólogos comprometidos con la ideología imperial romana no leen el versículo 18 en su contexto, sino que lo aíslan de los demás versículos (16-19) y con ello dan un significado diferente a las palabras de Mateo.

Hoy Eusebio ha de ser severamente criticado (así como los que lo siguen en la exégesis de Mt 16,18), pues la exégesis actual es taxativa en afirmar que no se puede aislar un texto de su conjunto literario y transformarlo en un oráculo. Para quien lee los evangelios contextualmente queda claro que no dan pie para imaginar que Jesús haya planeado una dinastía apostólica de carácter corporativo, basada en sucesión de poderes.

3. La religión del pueblo (y de los papas)

Más y más me convenzo de que el camino cierto, para analizar el papado, consiste en prestar atención a la religión del pueblo. La palabra ‘papa’ (pope) pertenece al griego popular del siglo III y es un término derivado de la palabra griega ‘pater’ (padre). Expresa el cariño que los cristianos tenían hacia determinados obispos o sacerdotes. El término penetró en el vocabulario cristiano, tanto de la Iglesia ortodoxa como de la católica. En el interior de Rusia, hasta hoy, el pastor de la comunidad es llamado ‘pope’. La historia cuenta que el primer obispo en ser llamado ‘papa’ fue Cipriano, obispo de Cartago entre 248 y 258, y que el término ‘papa’ sólo apareció tardíamente en Roma: el primer obispo de aquella ciudad en recibir oficialmente ese nombre (según la documentación disponible) fue Juan I, en el siglo VI.

Entre nosotros no se ha concedido la debida atención a la religión popular en la construcción del cristianismo. Es un dato implícito a toda la historia de la Iglesia, pero que pasa ampliamente desapercibido y sin comentario. Ello proviene, en parte, del hecho de que, hasta hace poco tiempo, la historiografía cristiana estaba principalmente basada en el estudio de fuentes escritas. Ahora bien, esas fuentes prácticamente nunca abordan la religión del pueblo. Por lo demás, es la regla general: los intelectuales no acostumbran a mostrar interés por lo que ocurre en medio del pueblo común y anónimo. La ‘plebe’ no consigue la atención de filósofos como Platón, Aristóteles, Cicerón o Séneca, ni de intelectuales prominentes como Galeno, Plotino o Marco Aurelio. Ni siquiera autores cristianos como Justino, Ireneo, Tertuliano, Cipriano, Clemente de Alejandría u Orígenes, describen lo que ocurre entre cristianos comunes. En definitiva, ellos también pertenecen a la élite letrada. Hoy existen ciencias que nos revelan la vida vivida de aquellos tiempos, más allá de los escritos, como la arqueología y la “iconografía”, o sea, el estudio del arte cristiano.

El estudio del arte cristiano en el transcurso del siglo IV muestra que prácticamente todo lo que se cuenta sobre Pedro proviene de la religión popular. En la época de la construcción de las primeras basílicas cristianas (segunda parte del siglo IV), fueron invitados artistas que trabajaban con mosaicos para cubrir las paredes de escenas relativas a los evangelios y a la vida de la Iglesia. Así, aparecieron las más variadas imágenes de Pedro: crucificado cabeza abajo, con las llaves en la mano, pescador, asegurando en la mano derecha la maqueta de alguna nueva Iglesia, con vestidos sacerdotales romanos (alba, estola, manípulo…), con la tiara persa o la mitra mesopotámica (de la liturgia del dios Mitra) en la cabeza, con su barco (que nunca se hunde), su red (que pesca hombres), su sello, su cátedra (la Santa ‘Sede’).

Pero la imagen que aparece con más frecuencia es la de la tumba de Pedro, al lado de la tumba de Paulo. Efectivamente, el papa es antes de nada visto como el guardián de las tumbas de Pedro y Paulo. Una tradición romana muy antigua cuenta que Pedro fue martirizado en el monte Vaticano y que Pablo lo fue ‘fuera de los muros’ de la ciudad. Desde muy pronto se registran ‘romerías’ a las tumbas de los apóstoles-mártires, Pedro y Pablo[2]. Sin documentación que probase la veracidad de la presencia de Pedro y Pablo en Roma, las historias sobre ambos proliferan en Roma. Ya en el siglo II, ir a Roma significa ir a visitar las tumbas sagradas, como se comprueba en los escritos de Justino e Ignacio de Antioquía.

El papa Pío XII todavía trató de reavivar la tradición de estas romerías por medio del ‘año santo’ de 1950, que fue un éxito, y más tarde, en 1956, mandó ejecutar excavaciones en un cementerio antiguo descubierto en 1956 bajo un garaje en construcción en el Vaticano. En ese cementerio eran enterradas personas pobres, esclavos y libertos, hasta en los siglos IV y V. El papa esperó encontrar ahí señales de la tumba de Pedro, pero las obras fueron suspensas por falta de evidencias[3].

Todo ello indica que la institución cristiana, tal como funciona concretamente, puede ser considerada una creación de la religión popular. Para los obispos, no es tan fácil aceptar eso, pero no hay cómo escapar de la evidencia. Todos sabemos que el pueblo sostiene financieramente a la jerarquía (de una u otra forma) y que él es quien confiere prestigio y honorabilidad a obispos y papas. En definitiva, ¿qué sería del papa si ya nadie saliese de casa para ir a verlo y aclamarlo?

Interesante observar que los propios papas tienen su ‘religiosidad’. Hasta ahora, ningún papa se ha atrevido a adoptar el nombre de Pedro. Sólo tardíamente, en el siglo VI, un papa adoptó el nombre de Juan, y sólo en el siglo VIII apareció el primer Pablo. Hay muchos detalles interesantes en ese sentido, que no menciono aquí por falta de espacio, pero que el lector puede investigar en google.

4. La lucha por la hegemonía

A partir del siglo III se desencadenó entre los obispos de las cuatro principales metrópolis del imperio romano (Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Roma) una dura lucha por el poder. Fue particularmente dramática en la parte oriental del imperio, donde se hablaba griego. Los obispos en litigio fueron llamados ‘patriarcas’, un término que acopla el ‘pater’ griego con el poder político (‘archè’, en griego, significa ‘poder’). El ‘patriarca’ es al mismo tempo ‘padre’ y ‘líder político’. Al principio Roma participaba poco en esta disputa, por quedar lejos de los grandes centros de poder de la época, y por usar una lengua menos universal (sólo usada en la administración y en el ejército del sistema imperial romano), el latín. Por su parte, Jerusalén, ciudad ‘matriz’ del movimiento cristiano, quedó fuera de la escena, por ser una ciudad de poca importancia política.

En el año 330 Constantinopla se autoproclama la ‘segunda Roma’, un título aceptado por los obispos en el año 381, con ocasión del concilio de Constantinopla. De entonces en adelante, el poder divino (ejercido por Pedro) actúa en la ‘nueva Roma’, o sea, en Constantinopla. Fortalecidos por ese consenso, los patriarcas de Constantinopla se implican cada vez más en asuntos internos de las demás Iglesias, un proceso que culmina en Calcedonia (451), cuando Constantinopla nombra obispos para Antioquía y Alejandría. La idea de la transferencia del ‘poder de Pedro’ todavía tiene acogida favorable en el siglo XVI; cuando el patriarca Jeremías II Tranos, de Constantinopla, viaja a Rusia (1589), impresionado por el vigor del cristianismo en aquel país, y hace de Moscú una ‘tercera Roma’. Enseguida, la ciudad se convierte en un centro de peregrinación. Así como los francos y germanos peregrinan a Roma, los eslavos y rusos peregrinan hacia Moscú. La identificación entre el imperio romano, su memoria, sus símbolos, sus ritos, sus vestimentas y ceremonias, y los imperios bizantino, carolingio, ruso y católico es algo que salta a la vista del historiador. Efectivamente, ‘el mundo gira, pero la cruz permanece’[4].

5. Durante siglos, Roma busca el poder

El patriarca de Roma, que al principio no ocupa un papel destacado en la lucha por la hegemonía sobre toda la cristiandad, no deja de hacer valer su poder en la parte occidental del imperio, desde muy pronto. Ya en el siglo III el ya citado obispo Cipriano, de Cartago, reacciona con energía ante las pretensiones hegemónicas del obispo de Roma, y repite que entre los obispos ha de reinar una ‘completa igualdad de funciones y de poder’. Pero la historia avanza inexorablemente. Con tenacidad, los sucesivos patriarcas de Roma consiguen ampliar su ascendencia sobre las demás Iglesias de Occidente. Es una larga historia, de la cual apunto aquí apenas algunos momentos más decisivos[5].

Pienso que es importante recorrer las sucesivas etapas, pues de ese modo resulta más fácil comprender que el papado es una construcción histórica condicionada por el tiempo y por el espacio, como todo lo que el ser humano hace. Y todo lo que el ser humano construye puede ser de-construido, remodelado u substituido por algo que sea más adecuado a las exigencias del momento.

– Hasta el final del siglo III el papado no interviene en las decisiones tomadas por las reuniones de los obispos. Ellos son libres y soberanos. Pero ya se anuncian problemas en el horizonte.

– La misma actitud perdura en la primera parte del siglo IV. Los obispos locales mantienen su independencia ante Roma, aunque siempre manifiesten respeto para con el patriarca de Roma. Así, en las reuniones episcopales de Arles (314), Nicea (325) y Sárdico (342). Cuando se produce alguna cuestión especial, el obispo de Roma es notificado, nada más. Los patriarcas Silvestre y Liberio no interfieren en las decisiones tomadas en las reuniones de obispos (concilios).

– Las cosas comienza a cambiar en la segunda parte del siglo IV. Los patriarcas romanos Damasio (366-384) y Sirico (384-399) se muestran muy desinhibidos y atribuyen a Pedro (y sus sucesores) títulos de la nomenclatura religiosa romana, como ‘sumo pontífice’, ‘príncipe (de los apóstoles)’, ‘vicario (de Cristo)’. Obispos como Basilio y Ambrosio no aprueban las maniobras romanas, pero aun así, los patriarcas romanos avanzan en busca de control sobre los obispos.

– Con Inocencio I, al inicio del siglo V, avanza el proceso de la romanización de la Iglesia cristiana en Occidente. Inocencio interviene sistemáticamente en los asuntos de Iglesias locales de Francia, España e Iliria (región balcánica), exige informes, se reserva la última decisión… A las reuniones episcopales de Cartago y Mileve (sobre el pelagianismo), él manda decir que un problema sólo puede resolverse pasando por Roma. Celestino I sigue el mismo camino y resuelve soberanamente el caso de Nestorio (de Alejandría), y envía como delegado a Cirilo de Alejandría al concilio de Éfeso (431). Una vez más, los obispos y los teólogos reaccionan. Incluso Agustín no está de acuerdo, aunque se diga que él sea autor de la frase ‘Roma hablada, causa acabada’[6]. Agustín mantiene la idea tradicional: la autoridad romana ha de respetar la soberanía de los concilios episcopales. El primado del obispo de Roma es solamente honorario.

– Pero el proceso de la centralización romana continúa. León I intensifica la mística petrina, y principalmente la mitología en torno a la imagen de Pedro. Tiene la osadía de afirmar que su autoridad (la ‘plenitud del poder’[7]), proviene directamente de Cristo. El ‘vicario de Cristo’ es el ‘príncipe de los apóstoles’; no es el ‘primero entre los iguales[8]’ (como decía Eusebio), ni una autoridad ‘honoraria’ (como decía Agustín). En los concilios realizados en España, Italia del Norte y de África del Norte, León actúa como jefe absoluto e interviene hasta en detalles mínimos. Incluso en Oriente se atreve a interferir. En la controversia monofisita, desprecia la intervención del patriarca de Alejandría y manda sus propios legados, transmite órdenes a los padres conciliares reunidos en Calcedonia y declara nulas las decisiones que no le agradan. Esa postura autoritaria impresiona mucho a los contemporáneos, que conservan cuidadosamente su correspondencia, que pasa a constituir la base de la teoría papal vigente hasta nuestros días.

– La victoria definitiva del papado llega con Gregorio Magno, que crea en Lerins, en la actual Francia, una escuela de ‘aristócratas episcopales’ para establecer la organización eclesiástica en el sur de Galia. Intelectual de renombre, Gregorio inicia los tiempos gloriosos de Roma. Su figura puede ser colocada a la altura de otros exponentes da ‘aristocracia episcopal’, como Ambrosio, protagonista da supremacía de la Iglesia sobre el Estado; o Agustín, al mismo tempo ‘padre de la inquisición’ y genial teólogo; o Juan Crisóstomo, orador de renombre, o también Cirilo de Alejandría, fundador de la tradición teológica griega.

– El camino queda abierto. Después de la exitosa alianza con el emergente poder germánico en Occidente (Carlomagno, año 800), los papas romanos elevan cada vez más el tono de su voz y, con ello, sus relaciones con los patriarcas orientales (principalmente con el patriarca de Constantinopla) se hacen cada vez más tensas. El cisma de 1054 viene a cerrar una evolución de siglos. Se rompe la unidad del cuerpo cristiano y dos caminos se separan: el ortodoxo y el católico.

6. Roma en el auge del poder

Ahí comienza la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana propiamente dicha. Es una historia de siglos de éxito. Y ese éxito proviene principalmente de la diplomacia, o sea, del ‘arte de la Corte’ que Roma aprendió con Constantinopla. A lo largo de siglos, prácticamente todos los gobiernos de Europa occidental aprenden en Roma o por Roma ese arte. La diplomacia es un arte nada edificante, pero muy eficiente. Un arte que incluye hipocresía, apariencia, habilidad en saber lidiar con el pueblo, impunidad, sigilo, lenguaje codificado (inaccesible a los fieles), palabras piadosas (y engañosas), crueldad encubierta de caridad, acumulación financiera (indulgencias, amenaza del infierno, del miedo, etc.). La imponente ‘Historia criminal del cristianismo’, en 10 volúmenes, que el historiador K. Deschner acaba de concluir, describe con detalle ese arte eminentemente papal.

Es principalmente por medio del arte de la diplomacia como a lo largo de la Edad Media el papado cosecha éxitos fenomenales. Sin armas, Roma se enfrenta a los mayores poderes de Occidente y sale victoriosa (Canossa 1077). Como resultado, la Iglesia es afectada, al decir del historiador Toynbee, por la ‘embriaguez de la victoria’. El papa pierde el contacto con la realidad del mundo y pasa a vivir en un universo irreal, repleto de palabras sobrenaturales (que nadie entiende).

7. Roma al lado de los más fuertes

Con la llegada de la modernidad, el papado pierde paulatinamente espacio público. En el siglo XIX, principalmente durante el largo pontificado de Pío IX, la antigua estrategia de oponerse a los ‘poderes de este mundo’ ya no funciona. Ya no comporta más victorias, sólo registra derrotas. Entonces, el papa León XIII decide cambiar de estrategia, e inicia una política de apoyo a los más fuertes, estrategia que funcionará durante todo el siglo XX. Benedicto XV sale de la primera guerra mundial al lado de los vencedores; Pío XI apoya Mussolini, Hitler y Franco, mientras Pío XII practica la política del silencio ante los crímenes contra la humanidad, perpetrados durante la segunda guerra mundial a costa de incontables vidas humanas. Tras una breve interrupción con Juan XXIII, la política de apoyo silencioso a los ganadores (y de palabras genéricas de consuelo a los perdedores) continúa, hasta nuestros días.

8. El papado, un problema

Por todo eso, se puede decir hoy que el papado no es una solución: es un problema. Pues el papa no es sólo un líder religioso, sino también un jefe de Estado. Cada vez aparece más claro cómo el papado es una excrecencia del episcopado. Ese episcopado registra, a lo largo de los siglos, páginas luminosas. Aquí, en América Latina hemos tenido, en los últimos tiempos, además de obispos mártires, como Romero y Angelelli, una generación de obispos excepcionales, entre los años 1960 y 1990. Es verdad que el Concilio Vaticano II avanzó la idea de la colegialidad episcopal, con la intención de fortalecer el poder de los obispos y limitar el poder del papa, pero no ha producido avances considerables, por lo menos hasta hoy. Aun así, hay que recordar que el catolicismo es mayor que el papa, y que la importancia de los valores vehiculados por el catolicismo es mayor que su actual sistema de gobierno.

Todo se resume en la siguiente pregunta: ¿‘puede la Iglesia católica subsistir sin papa?’ Es como preguntar ‘puede Francia subsistir sin rey, o Inglaterra sin reina, o Rusia sin zar, o Irán sin ayatolá?’. La propia historia da la respuesta. Francia no desapareció con la destitución del rey Luis XVI, e Irán ciertamente no se acabará con el fin del reinado de los ayatolás. El surgimiento del protestantismo en el siglo XVI demostró que el cristianismo puede subsistir sin papa. Se producirán ciertamente resiliencias y nostalgias, tentativas de vuelta al pasado, pero las instituciones no acostumbran a desaparecer con los cambios de gobierno. En general, el movimiento de la historia en dirección a una mayor participación popular es irreversible (según parece). Tarde o temprano, la Iglesia Católica tendrá que afrontar la cuestión de la superación del papado por un sistema de gobierno central más adecuada a los tiempos que vivimos.

[1] Meyendorff, The Primacy of Peter. Essays on Ecclesiology the Early Church and, Crestwood (NY), St. Vladimir‘s Seminary Press, 1992.

[2] Las romerías ‘ad limina apostolorum’.

[3] Vease: Revue d’ Histoire Écclésiastique, Louvain, 1976, 109-111, con comentario del libro de Väänänen sobre el asunto.

[4] Stat crux dum volvitur mundus.

[5] Veja Wojtowytsch, M., Papsstum und Konzile von den Anfängen bis zu Leo I (440-461). Studien zur Enstehung der Überordnung des Papstes über Konzile, Stuttgart, A Hiersemann Verlag, 1981.

[6] Roma locuta, causa finita.

[7] Plenitudo potestatis.

[8] Primus inter pares. Esa es la tesis clásica de Cipriano.

¿Cómo entender el Papado?. (Algunos apuntes de orden histórico). Eduardo HOORNAERT


¿Cómo entender el Papado?. (Algunos apuntes de orden histórico). Eduardo HOORNAERT.

BENEDICTO XVI. DIOS, EL HAMBRE Y NOSOTROS. Jon Sobrino. S. J.


(Tomado de http://www.eclesia.wordpress.com )

BENEDICTO XVI. DIOS, EL HAMBRE Y NOSOTROS
JON SOBRINO, S.J., director del Centro Monseñor Romero de la UCA, jsobrino@cmr.uca.edu.sv
SAN SALVADOR (EL SALVADOR).

ECLESALIA, 07/03/13.- La renuncia de Benedicto XVI es un hecho importante. Puede mover la vida de la Iglesia en una u otra dirección. Y por lo que tiene de “ruptura sin precedentes” -lo decimos sin saber si ocurrirá, pero con esperanza de que ocurra- puede generar un ambiente propicio para la ruptura de otras tradiciones eclesiales que parecen intocables. Unas, más categoriales, tienen que ver con el mínimo acceso de los laicos, sobre todo de la mujer, a la vida, misión y responsabilidad en la Iglesia. Otras, más de fondo, tienen que ver con la concepción misma de la Iglesia -también la dogmática- como Iglesia de los pobres.

1. La renuncia de Benedicto XVI. Honradez, esperanza, libertad y soledad ante Dios

El papa ha tomado una decisión importante, y lo ha hecho con sencillez en la forma y hondura en el fondo. Ha venido a decir: “no puedo más”, lo que parece evidente dadas sus mermadas fuerzas. Más a fondo ha dicho: “No está ya en mis manos limpiar la suciedad en la Iglesia”. Los vaticanistas discutirán en qué consiste. Graves escándalos en la gestión económica que hace años llevó al suicidio de Calvi. La sombra alargada de Maciel, que además trae a la mente el desconocimiento e inacción de Juan Pablo II. Las luchas de poder entre importantes cardenales de la curia. Los historiadores lo estudiarán, pero es indudable que Benedicto XVI ha vivido bajo fuertes presiones.

Aunque en lo profundo de los seres humanos solo podemos entrar con infinito cuidado y de puntillas, pensamos que Ratzinger ha tomado su decisión por honradez con su conciencia, y que lo ha hecho con esperanza, aunque sea contra esperanza: un sucesor, con más energía y nuevas luces, con más gracia o mejor fortuna, podrá facilitar el cambio necesario. La ha tomado con libertad, expresada en el duro lenguaje sobre los hechos: miseria, suciedad, y sobre las exigencias: conversión en el interior de la lglesia. Las palabras están dirigidas a todos, in membris et in capite, se decía antes. Y no suenan como rutinarias, sino salidas del corazón: la Iglesia, y símbolos suyos importantes, se han alejado de Jesús. A él tienen que volver.

Benedicto ha tomado la decisión en un momento importante de su vida, al final, cuando los seres humanos, normales y nobles, no suelen engañarse ni engañar. Y pienso que la ha tomado “solo ante Dios”. Habrá podido consultar a algunas personas, indudablemente, pero no a “un papa”, a alguien que es mayor que él en el organigrama de la Iglesia.

Qué significa “solo ante Dios” no es fácil de comprender. A mí me ha ayudado desde que llegó a mis manos -y que con el Padre Ellacuría lo publicamos en la Revista Latinoamericana de Teología- el final del diario espiritual de Monseñor Romero. Pocas semanas antes de ser asesinado hizo un retiro espiritual, y en privacidad total le comunicó a su Padre espiritual las tres cosas que más le preocupaban: sus escrúpulos (que en él no eran sino finura de espíritu) de haber descuidado su vida espiritual, la posibilidad de una muerte violenta y la dificultad extrema de trabajar con sus hermanos obispos. Monseñor Romero se puso ante Dios, y estuvo a solas con Dios. El diálogo con su confesor no le proporcionó un apoyo añadido a su propia experiencia, aunque si le ayudó a profundizar en ella, solo ante Dios. Es bueno tenerlo siempre presente como posible experiencia.

Pocos años antes el Padre Pedro Arrupe, superior general de los jesuitas, se planteó dejar el cargo, que entonces era de por vida. En su caso, sí había un papa a quien solicitar ese favor, pero Juan Pablo II no accedió a la petición. No le parecía oportuno, pues temía que la Compañía cayera en problemas y peligros todavía mayores. Y quizás pensase también que la dimisión del General de los jesuitas abriría la puerta a la expectativa de que también el papa pudiera dimitir. Arrupe no pudo dimitir. Y se mantuvo solo ante Dios.

2. Dios y el hambre

Cuando en 1966 comencé a estudiar teología en Sankt Georgen, Frankfurt, decíamos que el mejor profesor de la facultad era Ratzinger. No enseñaba allí, sino en Tübingen, pero leíamos con avidez sus textos de clase, que eran excelentes. Me alegré de haber encontrado al teólogo Ratzinger, y años más tarde ocurrió el cambio que menciona González Faus en un artículo suyo.

Ratzinger, ni como téologo ni como papa, ha dejado de rezumar la profundidad del Theos, de Dios, pero pareciera que algo no ha llegado a lo profundo de su teología: los pobres y oprimidos, inmensa mayoría de este mundo.

Benedico XVI siente como responsabilidad suya específica, quizás la mayor, hacer presente a Dios en el mundo, especialmente en el mundo en el que está más ausente: el mundo de abundancia. Busca hacer presente a Dios para “gloria” de Dios y simultáneamente para “humanización” del mundo. Sin Dios no es posible un mundo humano, insiste. Y de ahí que desde el principio de su pontificado haya insistido en la importancia de lo absoluto y en lo nocivo de la relativización.

Benedicto es, pues, muy sensible a la deshumanización que es producto del desaparecimiento de “Dios”. Pero no se ha mostrado tan sensible a lo absolutamente inhumano y deshumanizante que es el hambre: las mayorías de pobres, oprimidos, esclavos, marginados, excluidos, asesinados, masacrados, las inmensas mayorías de la humanidad.

En mi opinión un gran aporte de la teología de la liberación, la de Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría, Pedro Casaldáliga, quizás el aporte mayor, es precisamente haber radicalizado lo absoluto, pero de una manera específica: lo absoluto de Dios y lo co-absoluto del hambre. Sin mantener lo primero (o su equivalente en el Dios no explicitado de los creyentes anónimos, en lenguaje de Rahner), y ciertamente sin mantener lo segundo (según Mateo 25) nos deshumanizamos. Pedro Casaldáliga lo dice en palabras lapidarias: “Todo es relativo menos Dios y el hambre”.

3. Nosotros. Humanización y desmitificación del Papa

Ojalá podamos humanizar y desmitificar al papa. La tarea no es nada fácil.

Con dificultad aceptamos que el Cristo fue Jesús de Nazaret, un ser humano, un hombre. Prácticamente no conocemos lo que dice la Carta a los Hebreos, que el Cristo es Jesús de Nazaret -con ese nombre lo menciona ocho veces en la Carta; que fue hecho menor que los ángeles; que tuvo que aprender obediencia, gemir y llorar ante Dios. Y que es mediador no por poseer añadidos sobrehumanos, sobrenaturales, sino por haber ejercitado en su vida la fidelidad ante Dios y la misericordia para con los hombres. Y aun cuando lo conocemos así, difícilmente lo hacemos central en nuestras vidas, y en nuestra Iglesia.

Con facilidad deshumanizamos y mitificamos a Jesús. Y también al Papa. Le llamamos vicario de Cristo, es decir, el que hace las veces de Cristo sobre la tierra. Dicho más provocativamente, el que hace las veces de Jesús sobre la tierra. Durante la edad media, vicarios de Cristo eran los pobres. Y si mal no recuerdo, un fraile, el primero que llamó al Papa “vicario de Cristo”, sufrió una sanción canónica.

Lo que está en juego no es minusvalorar que haya vicarios de Cristo sobre la tierra. Todo lo contrario. A hacerlo realmente presente estamos llamados todos los seres humanos, hombres y mujeres. Y todos lo somos en la medida en que somos su sacramento. Expresamos su realidad en la medida en que nos parecemos a él, vivimos, hablamos y trabajamos como él. Y los mártires, además, mueren como él. Son los vicarios de Jesús de Nazaret en la tierra. Esto no nos hace inhumanamente divinos, sino divinamente humanos.

Cuesta ver así al Papa. Pero bueno será comprometernos, dentro de nuestras posibilidades, a que salga elegido alguien que, además de amplias dotes de gobierno pastoral, se parezca a Jesús y nos anime a parecernos a Jesús. Y que, con la modestia del caso, le ayudemos a parecerse a Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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El colapso de su teología: ¿razón mayor de la renuncia de Benedicto XVI?. Leonardo Boff


El colapso de su teología: 

¿razón mayor de la renuncia de Benedicto XVI?

2013-03-09

  Siempre es arriesgado nombrar a un teólogo para la función de papa. Él puede hacer de su teología particular la teología universal de la Iglesia e imponerla a todo el mundo. Sospecho que este ha sido el caso de Benedicto XVI, primero como cardenal, nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Inquisición) y después como Papa. Tal hecho no goza de legitimidad y se transforma en fuente de condenaciones injustas. Efectivamente condenó a más de cien teólogos y teólogas por no encuadrarse en su lectura teológica de la Iglesia y del mundo.

Razones de salud y sentimiento de impotencia frente a la gravedad de la crisis en la Iglesia lo llevaron a renunciar. Pero no solo eso. El texto de su renuncia habla de la “disminución de vigor del cuerpo y del espíritu” y de “su incapacidad” para enfrentar las cuestiones que dificultaban el ejercicio de su misión. Detrás de estas palabras, estimo que se oculta la razón más profunda de su renuncia: la percepción del colapso de su teología y del fracaso del modelo de Iglesia que quiso implementar. Una monarquía absolutista no es tan absoluta hasta el punto de vencer la inercia de envejecidas estructuras curiales.

Las tesis centrales de su teología siempre fueron problemáticas para la comunidad teológica. Tres de ellas acabaron siendo refutadas por los hechos: el concepto de Iglesia como un «pequeño mundo reconciliado»; que la Ciudad de los Hombres sólo adquiere valor delante de Dios pasando por la mediación de la Ciudad de Dios, y el famoso «subsistit» que significa: sólo en la Iglesia católica subsiste la verdadera Iglesia de Cristo, todas las otras Iglesias no se pueden llamar Iglesias. Esta concepción estrecha de una inteligencia aguda pero rehén de sí misma, no tenía la suficiente fuerza intrínseca ni la adhesión necesaria para ser implementada. ¿Benedicto habría reconocido el colapso y coherentemente renunciado? Hay razones para esta hipótesis.

El Papa emérito tuvo en san Agustín a su maestro e inspirador, de hecho fue objeto de algunas conversaciones personales con él. De Agustín asumió la perspectiva de base, comenzando por su esdrújula teoría del pecado original (se transmite por el acto sexual de la procreación). Esto hace que toda la humanidad sea una «masa condenada». Pero dentro de ella, Dios por Cristo instauró una célula salvadora, representada por la Iglesia. Ella es «un pequeño mundo reconciliado» que tiene la representación (Vertretung) del resto de la humanidad perdida. No es necesario que tenga muchos miembros. Bastan pocos, siempre que sean puros y santos. Ratzinger incorporó esta visión. La completó con la siguiente reflexión: la Iglesia está constituida por Cristo y los doce apóstoles. Por eso es apostólica. Es solo este pequeño grupo. Excluye a los discípulos, a las mujeres y las masas que seguían a Jesús. Para él no cuentan. Son alcanzadas por la representación (Vertretung) que «el pequeño mundo reconciliado» asume. Este modelo eclesiológico no tiene en cuenta el vasto mundo globalizado. Quiso entonces hacer de Europa «el mundo reconciliado» para reconquistar la humanidad. Fracasó porque el proyecto no fue asumido por nadie y hasta fue puesto en ridículo.

La segunda tesis está tomada también de san Agustín y de su lectura de la historia: la confrontación entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Hombres. En la Ciudad de Dios está la gracia y la salvación: ella es el único camino que conduce a la salvación. La Ciudad de los Hombres se construye por el esfuerzo humano. Pero, como ya está contaminado todo su humanismo y sus otros valores, no consiguen salvarse porque no han pasado por la mediación de la Ciudad de Dios (Iglesia). Por eso ella está plagada de relativismos. Consecuentemente el cardenal Ratzinger condena duramente la teología de la liberación, porque ésta buscaba la liberación por los mismos pobres, hechos sujetos autónomos de su historia. Pero como no se articula con la Ciudad de Dios y su célula, la Iglesia, es insuficiente y vana.

La tercera es una interpretación muy personal suya que da del Concilio Vaticano II cuando habla de la Iglesia de Cristo. La primera redacción conciliar decía que la Iglesia católica es la Iglesia de Cristo. Las discusiones buscando el ecumenismo, substituyeron es por subsiste para dar lugar a que otras Iglesias cristianas, a su modo, realizasen también la Iglesia de Cristo. Esta interpretación sustentada en mi tesis doctoral mereció una explícita condena del cardenal Ratzinger en su famoso documento Dominus Jesus (2000), donde afirma que subsiste viene de «subsistencia» que sólo puede ser una y se da en la Iglesia católica. Las demás «iglesias» poseen «solamente» elementos eclesiales. Este «solamente» es un añadido arbitrario que hace al texto oficial del Concilio. Tanto algunos notables teólogos como yo mismo mostramos que este sentido esencialista no existe en latín. El sentido es siempre concreto: «conseguir cuerpo», «realizarse objetivamente». Este era el «sensus Patrum» el sentido de los Padres conciliares.

Estas tres tesis centrales han sido refutadas por los hechos: dentro del «pequeño mundo reconciliado» hay demasiados pedófilos hasta entre los cardenales, y ladrones de dineros del Banco Vaticano. La segunda, que la Ciudad de los Hombres no tiene densidad salvadora delante de Dios, se construye sobre un error al restringir la acción de la Ciudad de Dios solamente al campo de la Iglesia. Dentro de la Ciudad de los Hombres se encuentra también la Ciudad de Dios, no bajo forma de conciencia religiosa sino bajo forma de ética y de valores humanitarios. El Concilio Vaticano II garantizó la autonomía de las realidades terrestres (otro nombre para secularización) que tiene valor independientemente de la Iglesia. Cuentan para Dios. La Ciudad de Dios (Iglesia) se realiza por la fe explícita, por la celebración y por los sacramentos. La Ciudad de los Hombres, por la ética y por la política.

La tercera, que solamente la Iglesia Católica es la única y exclusiva Iglesia de Cristo y, todavía más, que fuera de ella no hay salvación, tesis medieval resucitada por el cardenal Ratzinger, fue simplemente ignorada como ofensiva a las demás Iglesias. En vez de «fuera de la Iglesia no hay salvación», se introdujo en el discurso de los papas y de los teólogos «la oferta universal de salvación a todos los seres humanos y al mundo».

Alimento la seria sospecha de que tal fracaso y colapso de su edificio teológico, le quitó “el necesario vigor del cuerpo y del espíritu” hasta el punto de, como confiesa, de “sentirse incapaz de ejercer su ministerio”. Cautivo de su propia teología, no le quedó otra alternativa sino honestamente renunciar.

Quantos Papas Renunciaram: relato de um historiador. Una historia de renúncias papais. Artículo de John W. O’Malley


(Tomado del sitio web de Leonardo Boff.

(www.leonardoboff.wordpress.com )

Quantos Papas renunciaram: relato de um historiador

05/03/2013

Uma história de renúncias papais. Artigo de John W. O’Malley

Nos dias atuais em que muito se discute sobre o significado da renúncia de Bento XVI é bom que os cristãos conheçam um pouco melhor a tumultuada história dos Papas e de quantos renunciaram na história. Isso ajuda a aceitar a dimensão humana e até demasiadamente humana do Papado, evitar a papolatria e ter uma visão menos ideológica e mistificadora de como ocorrem od processos de escolha de um novo Papa pelo Conclave dos Cardeais. O texto é de um sério historiador jesuita nortemericano. LBoff

Quantos papas renunciaram? Essas questões não são tão fáceis de responder como parecem.

A opinião é do jesuíta norte-americano John W. O’Malley, professor de teologia da Georgetown University e autor de What Happened at Vatican II [O que aconteceu no Vaticano II]. O artigo foi publicado na revista America, dos jesuítas dos EUA, 11-03-2013. A tradução é de Moisés Sbardelotto.

Eis o texto.

renúncia do Papa Bento XVI no dia 28 de fevereiro levantou muitas perguntas sobre esse ato histórico. Quem foi o último papa a abandonar o seu ofício? Quantos papas renunciaram? Essas questões não são tão fáceis de responder como parecem.

O cânone 332 especifica que, para ser válida, uma renúncia deve ser “livre” – não coagido. Convencionalmente, descrevem-se nove ou dez papas como renunciatários. Esse número seria maior se incluíssemos os chamados antipapas, alguns dos quais, como o primeiro João XXIII (1410-1415), podem muito bem ter sido os legítimos requerentes. Não importa quão longa ou quão curta seja a lista, poucos renunciaram “livremente” no total. No entanto, quer livres ou forçadas, as renúncias parecem ter funcionado pelo bem da Igreja.

Papa Celestino V (1294) é o melhor candidato e também o mais famoso papa que renunciou livremente. Dante o colocou no inferno por essa “grande recusa”, isto é, por se esquivar da responsabilidade à qual Deus o escolhera (Inferno 3, 61), mas a maioria das pessoas pensa que, ao renunciar, Celestino V ”fez bem”, como afirmou um cronista da época.

A sua eleição foi incomum, para dizer o mínimo. Depois de um conclave que durou mais de dois anos, os cardeais, em um compromisso desesperado, escolheram Celestino V, um eremita piedoso. Se o papa não podia vir dos seus próprios números, os cardeais pareciam pensar, a melhor coisa era eleger uma pessoa santa que seria guiada pelo Espírito.Celestino V, que tinha seus 80 anos quando foi eleito, também era mal alfabetizado em latim e estava completamente esmagado pelos seus deveres. Em sua ingenuidade, ele se tornou uma peça involuntária nas mãos do rei Carlos II deAnjou. Eleito no dia 5 de julho, renunciou no dia 13 de dezembro. Ele foi papa, portanto, por cerca de cinco meses.

Será que ele renunciou livremente? Não há provas concretas em contrário. Ele explicou a sua ação dizendo que estava doente, que não tinha o conhecimento e a experiência necessários e que queria se retirar para a sua ermida. Contudo, espalharam-se rumores de que o homem que o sucedeu como Papa Bonifácio VIII usara uma influência indevida sobreCelestino V para persuadi-lo a renunciar, de modo que o caminho ficasse aberto à sua própria eleição. Quer esses rumores sejam verdadeiros ou falsos, os inimigos de Bonifácio VIII lançaram dúvidas incessantemente sobre a legitimidade do seu pontificado por causa do evento incomum e supostamente sem precedentes da renúncia. Como disse o arqui-inimigo de Bonifácio VIII, o rei Filipe IV da França, em uma mordaz nota de acusação, que incluía quase todos pecados e heresias imagináveis, “ele é acusado publicamente de tratar desumanamente o seu antecessor Celestino V – um homem de santa memória e de santa vida que talvez não soubesse que não poderia renunciar e que, portanto, de acordo com Bonifácio VIII, não poderia entrar legitimamente em sua Sé”.

Ponciano (230-235) é talvez o melhor candidato, em seguida, para um papa que renunciou livremente. Na perseguição do imperador Maximus Thrax, Ponciano foi deportado para as minas da Sardenha. Como tal deportação era o equivalente a uma sentença de morte no trabalho duro, ele abriu mão do papado no dia 28 de setembro de 235, a primeira data precisamente registrada da história papal. Ele fez isso a fim de que a Igreja de Roma pudesse escolher um sucessor e, assim, não ficaria sem um líder. Foi um ato nobre dele e, tecnicamente falando, livre, mas Ponciano não teria renunciado se a sua capacidade de governar não tivesse sido tirada dele à força.

O caso de Martinho I (649-653) é semelhante – e diferente. Ele se opôs fortemente à heresia monotelita (Cristo tem apenas uma vontade), que, por razões políticas, o imperador Constâncio II estava promovendo. Seguidores do imperador aproveitaram que o papa estava em Roma e levaram-no, doente e indefeso, a Constantinopla, para ser julgado por traição. Martinho foi condenado, açoitado publicamente e condenado à morte, embora a sentença fora trocada pelo banimento. Martinho queixou-se amargamente por ter sido abandonado pela Igreja romana, que não só não fez nada para ajudá-lo em seus problemas, mas, contra o seu desejo expresso, também elegeu um sucessor enquanto ele ainda estava vivo. Martinho, no entanto, concordou com o que havia sido feito e rezou a Deus para que protegesse o novo pastor da Igreja de Roma das heresia e dos inimigos.

Outras renúncias? Clemente I (92?-101), uma vez na lista, foi retirado por falta de provas convincentes. Para Marcelino(296-304), a prova, embora talvez não totalmente confiável, é melhor. Na perseguição do imperador Diocleciano, Marcelino supostamente fez sacrifícios aos ídolos, a fim de salvar a sua vida. De acordo com alguns relatos, ele foi formalmente deposto, mas, em todo caso, ao cometer esse ato de apostasia, ele foi automaticamente desqualificado do sacerdócio, o que deixou a Igreja romana sem um chefe. O que quer que tenha acontecido, certamente não foi uma renúncia “livre”. Bento V (964), que talvez deveria ser considerado mais como um antipapa do que o genuíno, reinou por apenas um mês antes de ser deposto por um sínodo instigado pelo imperador Otto I. Dificilmente livre.

Bento IX (1032-1045) é um caso curioso. Ele era sobrinho tanto do Papa Bento VIII quanto do Papa João XIX. Para manter o papado dentro da família, seu pai subornou os eleitores em favor do futuro Bento IX, um leigo ainda na casa dos seus 20 anos. Nos próximos 13 anos, Bento IX despertou hostilidade pelas suas maquinações políticas e provocou escândalo pela sua vida abertamente dissoluta. Por volta de 1045, a sua situação não só se tornou instável, mas, segundo alguns, ele também queria se casar. Naquele ano, ele renunciou em favor do seu padrinho, mas não antes de se assegurar por parte dele uma grande soma de dinheiro. Decisão livre ou não, ela certamente foi sórdida. A simonia que isso envolveu lançou dúvidas sobre a legitimidade do novo papa, Gregório VI. No ano seguinte, o imperador Henrique IIIdesceu até a Itália, vindo da Alemanha, e fez com que Bento IX e Gregório VI fossem depostos em um sínodo em Sutri, nos arredores de Roma.

Um terceiro requerente ao papado, Silvestre III, também foi condenado no sínodo. O imperador, revoltado com a situação romana, nomeou um alemão honesto como papa, Clemente II, um ato que acabou sendo o primeiro passo para resgatar o papado do atoleiro moral em que havia caído e que, portanto, foi o prelúdio imediato à Reforma Gregoriana.

O último papa na lista é Gregório XII (1406-1415). Sua renúncia efetivamente marcou o fim do Grande Cisma do Ocidente, aquele período da história da Igreja entre 1378 e 1415, quando dois, e depois três, homens alegavam ser o legítimo papa. Diante da insistência do rei alemão (mais tarde imperador) Sigismundo, o primeiro Papa João XXIII, um dos demandantes, com grande relutância, convocou um concílio em Constança para resolver o cisma. Uma vez que o concílio começou suas sessões, ficou claro para todo mundo que, para salvar o papado, a lista de candidatos devia ser limpada, o que significava a renúncia ou a deposição de todos os três requerentes. Com isso, João XXIII fugiu do concílio, na esperança de interrompê-lo. Ele teve a infelicidade, no entanto, de ser capturado e levado de volta para o concílio como um prisioneiro. Julgado e deposto, João XXIII, agora dividido em espírito, admitiu os erros que havia feito, confirmou a autoridade do concílio e renunciou formalmente a qualquer direito que ele poderia ter ao papado.

O segundo requerente, Bento XIII, recusou-se a reconhecer ou lidar com o concílio e, consequentemente, foi deposto por ele. Após a sua deposição e a eleição bem sucedida do novo papa, Martinho V, o apoio a Bento XIII evaporou, exceto por alguns cabeças-duras.

Restava o terceiro demandante, Gregório XII. Uma vez que João havia sido deposto, o concílio entrou em negociações com Gregório XII para tentar persuadi-lo a renunciar. A essa altura, Gregório XII tinha apenas um pequeno séquito, provavelmente viu os maus presságios e, para dar-lhe o benefício da dúvida, estava finalmente pronto para fazer o que podia para acabar com o cisma. Ele concordou em renunciar sob a condição de ser autorizado a convocar o concílio de novo, de modo a não conceder nenhuma legitimidade à convocação original do seu rival. No dia 4 de julho de 1415, o concílio ouviu a sua bula solenemente convocando-o e, depois, ouviu o anúncio da sua renúncia. Desde essa data, nenhum outro papa “renunciou” – até o dia 28 de fevereiro de 2013.

Cómo entender o Papado (Alguns subsídios de ordem histórica). Eduardo HOORNAERT


(Tomado de Servicios Koinonía. http://www.servicioskoinonia.org )

Como entender o Papado
(Alguns subsídios de ordem histórica)

Eduardo HOORNAERT


Logo após a conclusão do concílio Vaticano II, houve intensas discussões acerca do papado. Muitas delas encontraram eco nas páginas da revista Concilium ao longo da década de 1960. Dessas discussões ficou a convicção de que é preciso conhecer melhor a história do papado e evitar os anacronismos (projetar no passado situações presentes) e as afirmações desprovidas de base histórica que permeiam o discurso acerca do governo central da igreja católica. Diante de um tema que toca pontos nevrálgicos do sistema católico e da sensibilidade católica, parece-me importante anotar aqui alguns pontos básicos que costumam chegar à tona quando se fala em papado.

1. Pedro em Roma.

O bispo Eusébio de Cesareia, teórico da política universalista do imperador Constantino, redigiu, no século IV, listas de sucessivos bispos para as principais cidades do império romano, na tentativa de adaptar o sistema cristão ao modelo sacerdotal romano. Ele trabalhou de forma bastante aleatória. Assim ele escreve, por exemplo, que Clemente foi ‘o terceiro bispo de Roma’, depois de Lino e Anacleto. Conhecemos Clemente romano por suas cartas, mas nada sabemos acerca de Lino e Anacleto. Ninguém sabe donde Eusébio tirou esses nomes, trezentos anos após os acontecimentos. Para dar consistência à sua tese de que Pedro é o primeiro papa, Eusébio escreve, no segundo livro (14, 6) de sua ‘História eclesiástica’, que o apóstolo Pedro viajou a Roma no início do reino de Cláudio, ou seja, por volta do ano 44. O que os escritos do novo testamento dizem a esse respeito? Nos Atos dos apóstolos (12, 17) se escreve que Pedro, em 43, saiu de Jerusalém e ‘foi para outro lugar’, sem especificar qual. Os mesmos Atos relatam que Pedro está em Jerusalém no ano 49, por ocasião da visita de Paulo. Nada se diz sobre a atuação do apóstolo entre 43 e 49. O mais provável é que ele tenha viajado à Samaria como exorcista, pois os Atos relatam sua disputa com outro exorcista, de nome Simão Mago, que atuava naquela região. Enfim, as datas propostas por Eusébio não combinam com o que os Atos dos apóstolos relatam. Os historiadores hoje concordam em dizer que Eusébio é um historiador suspeito, pois está envolvido num projeto que tem como finalidade articular a política imperial em relação ao cristianismo e ajustar o movimento cristão a um modelo dinástico de tipo romano. Ele projeta a imagem da igreja no século IV sobre o passado. Por exemplo, ele projeta a repartição territorial das áreas de influência (dioceses), que faz parte da administração romana, aos primeiros tempos do cristianismo, sem nenhuma base historiográfica. Nos capítulos 4 a 7 de sua História Eclesiástica, ele elabora listas de bispos monárquicos que remontam até os apóstolos. Em tudo isso aparece a intenção de acomodar as estruturas cristãs à organização imperial da época. Concluindo podemos dizer que não há base histórica para a afirmação de que Pedro tenha estado em Roma e com isso cai um dos principais fundamentos do discurso oficial acerca do papado.

2. ‘Tu és Pedro’

Hoje, as palavras ‘Tu és Pedro e sobre esta pedra construirei minha igreja’ figuram em enormes letras no interior da cúpula da basílica de São Pedro, em Roma. Vale a pena observar que se trata aqui de um verso isolado do evangelho de Mateus. Contudo, o sentido do verso só aparece quando é lido em contexto, ou seja, dentro da sequência de quatro versos entre Mt 16, 16-19. O historiador ortodoxo Meyendorff[1] mostra como esses versos foram entendidos nos séculos anteriores a Constantino e à aliança entre as lideranças cristãs e as autoridades do império romano. Trata-se, conforme o historiador, de um elogio de Jesus dirigido a Pedro. Quando este afirma que Jesus não é um profeta entre outros, mas o ungido de Deus, ele mostra que Jesus não segue a tradicional maneira de agir dos profetas do antigo testamento, que ameaçavam e intimidavam as pessoas falando da ira de Deus por causa dos pecados e da necessidade de penitência. Pedro entende que Jesus, que não ameaça nem condena, mas aponta para o reino de Deus, a graça, a misericórdia, o perdão, é diferente. Deve ser o ungido de Deus tão esperado, pensa ele. E Jesus elogia Pedro por expressar de forma tão feliz a novidade que ele mesmo vem trazer. É como se ele quisesse dizer: você capta minha intenção, você é a pedra sobre a qual pretendo construir minha igreja, se todos entendessem o que você diz aqui, minha igreja estaria bem forte.

Eusébio de Cesareia e os demais teólogos comprometidos com a ideologia imperial romana não lêem o verso 18 de seu contexto, o isolam dos demais (vv. 16 a 19) e desse modo dão um significado diferente às palavras de Mateus. Hoje, Eusébio tem de ser severamente criticado (assim como os que o seguem na exegese de Mt 16, 18), pois a exegese atual é taxativa em afirmar que não se pode isolar um texto de seu conjunto literário e transformá-lo em oráculo. Para quem lê os evangelhos em contexto fica claro que não dá para se imaginar que Jesus tenha planejado uma dinastia apostólica de caráter corporativo, baseada em sucessão de poderes.

3. A religião do povo (e dos papas).

Sempre mais me convenço que o caminho certo, para analisar o papado, consiste em prestar atenção à religião do povo. A palavra ‘papa’ (pope) pertence ao grego popular do século III e é um termo derivado da palavra grega ‘pater’ (pai). Ela expressa o carinho que os cristãos tinham por determinados bispos ou sacerdotes. O termo penetrou no vocabulário cristão, tanto da igreja ortodoxa como da católica. No interior da Rússia, até hoje, o pastor da comunidade é chamado ‘pope’. A história conta que o primeiro bispo a ser chamado ‘papa’ foi Cipriano, bispo de Cartago entre 248 e 258 e que o termo ‘papa’ só apareceu tardiamente em Roma: o primeiro bispo daquela cidade a receber oficialmente esse nome (segundo a documentação disponível) foi João I, no século VI.

Não se tem dado, entre nós, a devida atenção à religião popular na construção do cristianismo. É um dado implícito a toda a história da igreja, mas que passa largamente despercebido e sem comentário. Isso provém, em parte, do fato de que, até pouco tempo atrás, a historiografia cristã estava principalmente baseada no estudo de fontes escritas. Ora, essas fontes praticamente nunca abordam a religião do povo. Isso, aliás, é regra geral: intelectuais não costumam mostrar interesse pelo que se passa no meio do povo comum e anônimo. A ‘plebe’ não retém a atenção de filósofos como Platão, Aristóteles, Cícero ou Sêneca, ou de intelectuais proeminentes como Galeno, Plotino ou Marco Aurélio. Nem mesmo autores cristãos como Justino, Ireneu, Tertuliano, Cipriano, Clemente de Alexandria ou Orígenes descrevem o que se passa entre cristãos comuns. Afinal eles também pertencem à elite letrada. Hoje existem ciências que nos revelam a vida vivida daqueles tempos, para além dos escritos, como a arqueologia e a iconografia, ou seja. o estudo da arte cristã.

O estudo da arte cristã no decorrer do século IV mostra que praticamente tudo que se conta sobre Pedro provém da religião popular. Na época da construção das primeiras basílicas cristãs (segunda parte do século IV), se convidaram artistas que trabalhavam com mosaicos para cobrir as paredes de cenas relativas aos evangelhos e á vida da igreja. Assim apareceram as mais variadas imagens de Pedro: crucificado de cabeça para baixo, com as chaves na mão, pescador, segurando na mão direita a maquete de alguma nova igreja, revestido de vestes sacerdotais romanas (alba, estola, manípulo), com a tiara persa ou a mitra mesopotâmica (da liturgia do deus Mitra) na cabeça, com seu barco (que nunca afunda), sua rede (que pesca homens), seu selo, sua cátedra (a santa sé). Mas a imagem que aparece com mais frequência é a do túmulo de Pedro, ao lado do túmulo de Paulo. Efetivamente, o papa é antes de tudo visto como o guardião dos túmulos de Pedro e Paulo. Uma tradição romana muito antiga reza que Pedro foi martirizado no monte Vaticano e Paulo ‘fora dos muros’. Desde cedo se registram ‘romarias’ aos túmulos dos apóstolos-mártires Pedro e Paulo[2]. Sem documentação que provasse a veracidade da presença de Pedro e Paulo em Roma, as histórias sobre ambos proliferam em Roma. Já no século II, ir a Roma significa visitar os túmulos sagrados, como comprovam os escritos de Justino e Inácio de Antioquia. O papa Pio XII ainda procurou reavivar a tradição dessas romarias por meio do ‘ano santo’ de 1950, que foi um sucesso e mais tarde, em 1956, ele mandou executar escavações num cemitério antigo descoberto em 1956 sob uma garagem em construção no Vaticano. Nesse cemitério eram enterradas pessoas pobres, escravos e libertos até nos séculos IV e V. O papa esperou encontrar aí sinais do túmulo de Pedro, mas as obras foram suspensas por falta de evidências[3]. Tudo isso indica que a instituição cristã, da maneira como funciona concretamente, pode ser considerada uma criação da religião popular. Para os bispos, não é tão fácil aceitar isso, mas não há como fugir da evidência. Todos sabemos que o povo sustenta financeiramente a hierarquia (de uma ou outra forma) e que é ele que confere prestígio e honorabilidade a bispos e papas. Afinal, o que seria do papa se ninguém mais saísse de casa para ir vê-lo e aclamá-lo?

Interessante observar que os próprios papas têm sua ‘religiosidade’. Até agora, nenhum papa se atreveu a adotar o nome Pedro. Só tardiamente, no século VI, um papa adotou o nome João e só no século VIII veio o primeiro Paulo. Há muitos detalhes interessantes nesse sentido, que não menciono aqui por falta de espaço, mas que você pode pesquisar na google.

4. A luta pela hegemonia.

A partir do século III desencadeia-se, entre os bispos das quatro principais metrópoles do império romano (Constantinopla, Alexandria, Antioquia e Roma), uma prolongada luta pelo poder. Essa luta é particularmente dramática na parte oriental do império, onde se fala a língua grega. Os bispos em litígio passam a ser chamados ‘patriarcas’. Esse termo acopla o ‘pater’ grego com o poder político (‘archè’, em grego, significa ‘poder’), o que significa que o patriarca é ao mesmo tempo pai e líder político. Nos inícios, Roma participa pouco dessa disputa, por ficar longe dos grandes centros do poder da época e usar uma língua menos universal (apenas usada na administração e no exército do sistema imperial romano), o latim. Por sua vez, Jerusalém, cidade ‘matriz’ do movimento cristão, fica fora do páreo por ser uma cidade de pouca importância política.

Constantinopla se autoproclama, em 330, a ‘segunda Roma’, um título aceito pelos bispos em 381, por ocasião do concílio de Constantinopla. Doravante, o poder divino (exercido por Pedro) atua na ‘nova Roma’, ou seja, em Constantinopla. Fortalecidos por esse consenso, os patriarcas de Constantinopla se metem sempre mais em assuntos internos das demais igrejas, um processo que culmina em Calcedônia (451), quando Constantinopla nomeia bispos para Antioquia e Alexandria. A ideia da transferência do ‘poder de Pedro’ ainda faz sucesso no século XVI, quando o patriarca Jeremias II Tranos, de Constantinopla, viaja à Rússia (1589), impressionado pelo vigor do cristianismo naquele país, faz de Moscou uma ‘terceira Roma’. Prontamente, a cidade se torna centro de peregrinação. Assim como os francos e germânicos peregrinam para Roma, os eslavos e russos peregrinam para Moscou. A identificação entre o império romano, sua memória, seus símbolos, seus ritos, suas vestes e cerimônias e os impérios bizantino, carolíngio, russo e católico é algo que salta à vista do historiador. Efetivamente, ‘o mundo gira, mas a cruz fica’[4].

5. Durante séculos, Roma busca o poder.

O patriarca de Roma, que no início não ocupa um papel de destaque na luta pela hegemonia sobre a cristiandade toda, não deixa, desde cedo, de fazer valer seu poder na parte ocidental do império. Já no século III, o já citado bispo Cipriano, de Cartago, reage com energia diante das pretensões hegemônicas do bispo de Roma e repete que entre os bispos há de reinar uma ‘completa igualdade de funções e poder’. Mas a história progride inexoravelmente. Com tenacidade, os sucessivos patriarcas de Roma conseguem ampliar sua ascendência sobre as demais igrejas do ocidente. É uma longa história da qual aponto aqui apenas alguns momentos marcantes[5]. Penso que é importante percorrer as sucessivas etapas, pois desse modo fica mais fácil compreender que o papado é uma construção histórica condicionada pelo tempo e pelo espaço, como tudo que o homem faz. Tudo que o homem constroi pode ser desconstruído, remodelado ou substituído por algo mais condizente com as exigências do momento.

– Até o final do século III, o papado não se mete nas decisões feitas pelas reuniões de bispos. Eles são livres e soberanos. Mas já se anunciam problemas no horizonte.

– A mesma atitude perdura na primeira parte do século IV.Os bispos locais mantêm sua independência diante de Roma, embora sempre manifestem respeito para com o patriarca de Roma. Assim nas reuniões episcopais de Arles (314), Nicéia (325) e Sárdico (342). Quando há um caso, o bispo de Roma é notificado, nada mais. Os patriarcas Silvestre e Libério não interferem em decisões tomadas nas reuniões de bispos (concílios).

– As coisas começam a mudar na segunda parte do século IV. Os patriarcas romanos Damásio (366-384) e Sirico (384-399) se mostram destemidos e atribuem a Pedro (e seus sucessores) títulos da nomenclatura religiosa romana, como ‘sumo pontífice’, ‘príncipe (dos apóstolos)’, ‘vigário (de Cristo)’. Bispos como Basílio e Ambrósio não aprovam as manobras romanas, mas mesmo assim os patriarcas romanos avançam em busca de controle sobre os bispos.

– Sob Inocêncio I, no início do século V, o processo da romanização da igreja cristã no Ocidente avança. Inocêncio intervém sistematicamente nos assuntos de igrejas locais na Gália, Espanha e Ilíria, ele exige relatórios se reserva a última decisão. Às reuniões episcopais de Cartago e Mileve (acerca do pelagianismo), ele manda dizer que um caso só se resolve após passar por Roma. Celestino I segue o mesmo caminho e resolve soberanamente o caso de Nestório (de Alexandria), e delega Cirilo de Alexandria ao concílio de Éfeso (431). Mais uma vez, bispos e teólogos reagem. Mesmo Agostinho não concorda, embora se diga que ele seja autor da frase ‘Roma falou, a discussão terminou’[6]. Ele mantém a ideia tradicional: a autoridade romana tem de respeitar a soberania dos concílios episcopais. O primado do bispo de Roma é apenas honorário.

– Mas o processo da centralização romana continua. Leão I intensifica a mística petrina e principalmente a mitologia em torno da imagem de Pedro. Ele tem a ousadia de afirmar que sua autoridade (a ‘plenitude do poder’[7]), provém diretamente de Cristo. O ‘vigário de Cristo’ é o ‘príncipe dos apóstolos’, não é o ‘primeiro entre pares[8]’ (como dizia Eusébio), nem uma autoridade ‘honorária’ (como dizia Agostinho). Nos concílios realizados da Espanha, da Itália do Norte e da África do Norte, Leão age em chefe absoluto e intervém em mínimos detalhes. Mesmo no oriente ele se atreve a interferir. Na controvérsia monofisita, ele despreza a intervenção do patriarca de Alexandria e manda seus próprios legados, transmite ordens aos padres reunidos em Calcedônia e declara nulas as decisões que não lhe agradam. Essa postura mandante impressiona muito os contemporâneos, que conservam cuidadosamente sua correspondência, que passa a constituir a base da teoria papal vigente até nossos dias.

– A vitória definitiva do papado vem com Gregório Magno, que cria em Lérins, na atual França, uma escola de ‘aristocratas episcopais’ a estabelecer a organização eclesiástica no sul da Gália. Intelectual de renome, Gregório inicia os tempos da glória romana. Sua figura pode ser arrolada ao lado de outros expoentes da ‘aristocracia episcopal’, como Ambrósio, protagonista da supremacia da igreja sobre o estado; Agostinho, ao mesmo tempo ‘pai da inquisição’ e genial teólogo; João Crisóstomo, orador de renome e Cirilo de Alexandria, fundador da tradição teológica grega.

– O caminho está pavimentado. Após a bem sucedida aliança com o emergente poder germânico no ocidente (Carlos Magno, 800), os papas romanos sempre mais elevam o tom da voz e, por conseguinte, as relações com os patriarcas orientais (principalmente com o patriarca de Constantinopla) se tornam sempre mais tensas. O cisma de 1054 vem concluir uma evolução de séculos. Rompe-se a unidade do corpo cristão e dois caminhos se abrem: o ortodoxo e o católico.

6. Roma no auge do poder.

Aí começa a história da igreja católica apostólica romana propriamente dita. É uma história de sucesso, durante séculos. Esse sucesso provém principalmente da diplomacia, ou seja, da ‘arte da corte’ que Roma aprendera com Constantinopla. Ao longo dos séculos, praticamente todos os governos da Europa ocidental aprendem em Roma ou por Roma essa arte. Pois a diplomacia é uma arte nada edificante mas muito eficiente. Ela inclui hipocrisia, aparência, habilidade em lidar com o povo, impunidade, sigilo, linguagem codificada (inacessível aos fiéis), palavras piedosas (e enganosas), crueldade encoberta de caridade, acumulação financeira (indulgências, ameaça do inferno, do medo etc.). A imponente ‘História criminal do cristianismo’, em 10 volumes, que o historiador K. Deschner acaba de concluir, descreve essa arte eminentemente papal em detalhes.

É principalmente por meio da arte diplomática que, ao longo da idade média, o papado tem sucessos fenomenais. Sem armas, Roma enfrenta os maiores poderes do ocidente e sai vitoriosa (Canossa 1077). Como resultado, a igreja é afetada, no dizer do historiador Toynbee, pela ‘embriaguez da vitória’. O papa perde contato com a realidade do mundo e passa a viver num universo irreal, repleto de palavras sobrenaturais (que ninguém entende).

7. Roma ao lado dos mais fortes

Com o advento da modernidade, o papado perde paulatinamente espaço público. No século XIX, principalmente durante o longo pontificado de Pio IX, a antiga estratégia de se opor aos ‘poderes deste mundo’ não funciona mais. Não traz mais vitórias, registra apenas derrotas. Então, o papa Leão XIII resolve mudar a estratégia e inicia uma política de apoio aos mais fortes, uma estratégia que funciona durante todo o século XX. Bento XV sai da primeira guerra mundial ao lado dos vitoriosos; Pio XI apoia Mussolini, Hitler e Franco, enquanto Pio XII pratica a política do silêncio diante dos crimes contra a humanidade perpetrados durante a segunda guerra mundial, à custa de incontáveis vidas humanas. Após uma breve interrupção com João XXIII, a política de apoio silencioso aos ganhadores (e de palavras genéricas de consolo aos perdedores) prossegue até os nossos dias.

8. O papado, um problema.

Por tudo isso, pode-se dizer hoje que o papado não é uma solução, é um problema. Pois o papa não é só um líder religioso, mas também um chefe de estado. Cada vez mais se percebe como o papado é um desvio do episcopado. Esse episcopado registra, ao longo dos séculos, páginas luminosas. Aqui na aqui na América Latina tivemos, nos últimos tempos, além de bispos mártires como Romero e Angelelli, uma geração de bispos excepcionais entre os anos 1960 e os anos 1990. É verdade que o concílio Vaticano II avançou a ideia da colegialidade episcopal, no intuito de fortalecer o poder dos bispos e limitar o poder do papa, mas sem avanços consideráveis, pelo menos até hoje. Mesmo assim, vale lembrar que o catolicismo é maior que o papa e que a importância dos valores veiculados pelo catolicismo é maior que o atual sistema de seu governo.

Tudo se resume na seguinte pergunta: ‘pode a igreja católica subsistir sem papa?’ É como se perguntar ‘ pode a França subsistir sem rei, a Inglaterra sem rainha, a Rússia sem czar, o Irã sem aiatolá?’. A própria história dá resposta. A França não se acabou com a destituição do rei Luis XVI e o Irã certamente não se acabará com o fim do reino dos aiatolás. O surgimento do protestantismo no século XVI comprovou que o cristianismo pode subsistir sem papa. Haverá certamente resiliências e saudosismos, tentativas de volta ao passado, mas instituições não costumam desaparecer com mudanças de governo. Em geral, o movimento da história em direção a uma maior participação popular é irreversível (ao que parece). Cedo ou tarde, a igreja católica terá de enfrentar a questão da superação do papado por um sistema de governo central mais condizente com os tempos que vivemos.


[1] Meyendorff, The Primacy of Peter. Essays on Ecclesiology and the Early Church, Crestwood (NY), St. Vladimir‘s Seminary Press, 1992.

[2] As romarias ‘ad limina apostolorum’.

[3] Veja Revue d’ Histoire Écclésiastique, Louvain, 1976, 109-111, com comentário do livro de Väänänen sobre o assunto.

[4] Stat crux dum volvitur mundus.

[5] Veja Wojtowytsch, M., Papsstum und Konzile von den Anfängen bis zu Leo I (440-461). Studien zur Enstehung der Überordnung des Papstes über Konzile, Stuttgart, A Hiersemann Verlag, 1981.

[6] Roma locuta, causa finita

[7] Plenitudo potestatis.

[8] Primus inter pares. Essa é a tese clássica de Cipriano.

Wildly Improbable Goal 2012 Update


Wildly Improbable Goal 2012 Update.