Writing Challenge: New Year’s Resolutions (Doompocalypse Redux)


Writing Challenge: New Year’s Resolutions (Doompocalypse Redux).

Eight surprising things we learned from global polls in 2012



Silviano's Weblog

2013: coragem para se renovar

31/12/2012

Há mais de quinze anos atrás publiquei no Jornal do Brasil um artigo sob o título “Rejuvenescer como águias”. Relendo aquelas reflexões me dei conta como de elas são ainda atuais nos tempos maus sob os quais vivemos e sofremos. Retomo-as para alimentar nossa esperança enfraquecida e ameaçada pelas ameaças que pesam sobre a Terra e a Humanidade. Se não nos agarrarmos a alguma esperança, perdemos o  horizonte de futuro e corremos o risco de nos entregarmos ao desamparo imobilizador ou à resignação estéril.

Neste contexto lembrei-me de um mito da antiga cultura mediterrânea sobre o rejuvenescimento das águias.

De tempos em tempos, reza o mito, a águia, como a fênix egípcia, se renova totalmente. Ela voa cada vez mais alto até chegar perto do sol. Então as penas se incendeiam e ela toda começa a arder. Quando chega a este ponto, ela se…

Ver la entrada original 604 palabras más

The Nativity: a True Christian Myth


Leonardo Boff

A few weeks ago, with pomp and circumstance, the present pope showed himself again as a theologian by publishing a book about the infancy of Jesus. He offers there the classic and traditional version that sees in those idyllic stories a historic narrative. The book was a surprise to theologians, because, for about 50 years, the biblical exegesis on these texts show that they are not historical, but a high and refined theology elaborated by the gospel writers Matthew and Luke (Mark and John do not say anything about Jesus’s infancy), in order to prove that Jesus really was the Messiah, the son of David and the Son of God.

To this end, they resorted to literary genres, that sound like history but in reality are literary devices, such as, for example, the Magi from the East (who represent the pagans), the shepherd (the most poor, considered to be sinners…

Ver la entrada original 715 palabras más

Mensaje del Papa Benedicto XVI, con motivo de la XLVI Jornada Mundial de la Paz


SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

HOMILÍA  DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica Vaticana Martes 1 de enero de 2013

[Vídeo]

Queridos hermanos y hermanas

«Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros».  Así, con estas palabras del Salmo 66, hemos aclamado, después de haber escuchado  en la primera lectura la antigua bendición sacerdotal sobre el pueblo de la  alianza. Es particularmente significativo que al comienzo de cada año Dios  proyecte sobre nosotros, su pueblo, la luminosidad de su santo Nombre, el Nombre  que viene pronunciado tres veces en la solemne fórmula de la bendición bíblica.  Resulta también muy significativo que al Verbo de Dios, que «se hizo carne y  habitó entre nosotros» como la «luz verdadera, que alumbra a todo hombre» (Jn 1,9.14), se le dé, ocho días después de su nacimiento – como nos narra el  evangelio de hoy – el nombre de Jesús (cf. Lc 2,21).

Estamos aquí reunidos en este nombre. Saludo de corazón a todos los presentes,  en primer lugar a los ilustres Embajadores del Cuerpo Diplomático acreditado  ante la Santa Sede. Saludo con afecto al Cardenal Bertone, mi Secretario de  Estado, y al Cardenal Turkson, junto a todos los miembros del Pontificio Consejo  Justicia y Paz; a ellos les agradezco particularmente su esfuerzo por difundir  el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que este año tiene como tema «Bienaventurados  los que trabajan por la paz».

A pesar de que el mundo está todavía lamentablemente marcado por «focos de  tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y  pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se  expresa también en un capitalismo financiero no regulado», así como por  distintas formas de terrorismo y criminalidad, estoy persuadido de que «las  numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación  innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial  de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena,  feliz y lograda… El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios. Todo  esto me ha llevado a inspirarme para este mensaje en las palabras de Jesucristo:  “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de  Dios” (Mt 5,9)» (Mensaje, 1). Esta bienaventuranza «dice que  la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana …Se trata de paz  con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior  con el prójimo y con toda la creación» (ibíd., 2 y 3). Sí, la paz es el  bien por excelencia que hay que pedir como don de Dios y, al mismo tiempo,  construir con todas las fuerzas.

Podemos preguntarnos: ¿Cuál es el fundamento, el origen, la raíz de esta paz?  ¿Cómo podemos sentir la paz en nosotros, a pesar de los problemas, las  oscuridades, las angustias? La respuesta la tenemos en las lecturas de la  liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el evangelio de san Lucas que  se ha proclamado hace poco, nos proponen contemplar la paz interior de María, la  Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que «dio a luz a su hijo  primogénito» (Lc 2,7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos:  no solo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje desde Nazaret  a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la  noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores.  En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se  siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en  silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando  sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener  en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia,  acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan.

El texto evangélico termina con una mención a la circuncisión de Jesús. Según  la ley de Moisés, un niño tenía que ser circuncidado ocho días después de su  nacimiento, y en ese momento se le imponía el nombre. Dios mismo, mediante su  mensajero, había dicho a María –y también a José- que el nombre del Niño era «Jesús»  (cf. Mt 1,21; Lc 1,31); y así sucedió. El nombre que Dios  había ya establecido aún antes de que el Niño fuera concebido se le impone  oficialmente en el momento de la circuncisión. Y esto marca también  definitivamente la identidad de María: ella es «la madre de Jesús», es decir la  madre del Salvador, del Cristo, del Señor. Jesús no es un hombre como cualquier  otro, sino el Verbo de Dios, una de las Personas divinas, el Hijo de Dios: por  eso la Iglesia ha dado a María el título de Theotokos, es decir «Madre de Dios».

La primera lectura nos recuerda que la paz es un don de Dios y que esta unida  al esplendor del rostro de Dios, según el texto del libro de los Números, que  transmite la bendición utilizada por los sacerdotes del pueblo de Israel en las  asambleas litúrgicas. Una bendición que repite tres veces el santo nombre de  Dios, el nombre impronunciable, y uniéndolo cada vez a dos verbos que indican  una acción favorable al hombre: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine el  Señor su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y  te conceda la paz» (6,24-26). La paz es por tanto la culminación de estas seis  acciones de Dios en favor nuestro, en las que vuelve el esplendor de su rostro  sobre nosotros.

Para la sagrada Escritura, contemplar el rostro de Dios es la máxima  felicidad: «lo colmas de gozo delante de tu rostro», dice el salmista (Sal 21,7). Alegría, seguridad y paz, nacen de la contemplación del rostro de Dios.  Pero, ¿qué significa concretamente contemplar el rostro del Señor, tal y como lo  entiende el Nuevo Testamento? Quiere decir conocerlo directamente, en la medida  en que es posible en esta vida, mediante Jesucristo, en el que se ha revelado.  Gozar del esplendor del rostro de Dios quiere decir penetrar en el misterio de  su Nombre que Jesús nos ha manifestado, comprender algo de su vida íntima y de  su voluntad, para que vivamos de acuerdo con su designio de amor sobre la  humanidad. Lo expresa el apóstol Pablo en la segunda lectura, tomada de la carta  a los Gálatas (4,4-7), al hablar del Espíritu que grita en lo más  profundo de nuestros corazones: «¡Abba Padre!». Es el grito que brota de la  contemplación del rostro verdadero de Dios, de la revelación del misterio de su  Nombre. Jesús afirma: «He manifestado tu nombre a los hombres» (Jn 17,6). El Hijo de Dios que se hizo carne nos ha dado a conocer al Padre, nos ha  hecho percibir en su rostro humano visible el rostro invisible del Padre; a  través del don del Espíritu Santo derramado en nuestro corazones, nos ha hecho  conocer que en él también nosotros somos hijos de Dios, como afirma san Pablo en  el texto que hemos escuchado: «Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones  el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba Padre!”» (Ga 4,6).

Queridos hermanos, aquí está el fundamento de nuestra paz: la certeza de  contemplar en Jesucristo el esplendor del rostro de Dios Padre, de ser hijos en  el Hijo, y de tener así, en el camino de nuestra vida, la misma seguridad que el  niño experimenta en los brazos de un padre bueno y omnipotente. El esplendor del  rostro del Señor sobre nosotros, que nos da paz, es la manifestación de su  paternidad; el Señor vuelve su rostro sobre nosotros, se manifiesta como Padre y  nos da paz. Aquí está el principio de esa paz profunda -«paz con Dios»- que está  unida indisolublemente a la fe y a la gracia, como escribe san Pablo a los  cristianos de Roma (cf. Rm 5,2). No hay nada que pueda quitar a los  creyentes esta paz, ni siquiera las dificultades y sufrimientos de la vida. En  efecto, los sufrimientos, las pruebas y las oscuridades no debilitan sino que  fortalecen nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda porque «el amor de  Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha  dado» (Rm 5,5).

Que la Virgen María, a la que hoy veneramos con el título de Madre de Dios,  nos ayude a contemplar el rostro de Jesús, Príncipe de la Paz. Que nos sostenga  y acompañe en este año nuevo; que obtenga para nosotros y el mundo entero el don  de la paz. Amén.

© Copyright 2013 – Libreria  Editrice Vaticana

The Nativity: a True Christian Myt. Leonardo Boff


The Nativity: a True Christian Myth

01/01/2013

A few weeks ago, with pomp and circumstance, the present pope showed himself again as a theologian by publishing a book about the infancy of Jesus. He offers there the classic and traditional version that sees in those idyllic stories a historic narrative. The book was a surprise to theologians, because, for about 50 years, the biblical exegesis on these texts show that they are not historical, but a high and refined theology elaborated by the gospel writers Matthew and Luke (Mark and John do not say anything about Jesus’s infancy), in order to prove that Jesus really was the Messiah, the son of David and the Son of God.

To this end, they resorted to literary genres, that sound like history but in reality are literary devices, such as, for example, the Magi from the East (who represent the pagans), the shepherd (the most poor, considered to be sinners for dealing with animals), the Star and the angels (to show the divine character of Jesus), Bethlehem, not as a geographic reference, but to have a theological meaning, the place whence the Messiah would come, different from Nazareth, totally unknown, where Jesus probably was actually born. And similarly, other topics, as I analyze in detail in my book, Jesus Christ the Liberator, (Jesucristo el Liberador), chapter VIII.

With these moving stories of the Nativity we see a grandiose myth, understood positively, as anthropologists do: the myth that transmits a profound truth that only the mythic, figurative and symbolic language can adequately express. That is what the myth does. A myth is true when the meaning it transmits is true and illuminates the whole community. Thus, the Nativity of Jesus is a Christian myth, filled with truth.

We now use other myths to show the relevance of Jesus. To me there is great significance in an old myth the Church used in the liturgy of the Nativity to reveal the cosmic commotion caused by the birth of Christ.

It is said there:

«A profound silence fell at midnight. Then, the talkative leaves went silent, as if dead. The whispering wind stayed quiet in the air. The rooster that was crowing stopped in the middle of his song. Then, the running waters of the creek were paralyzed. The sheep that grazed turned immobile. The shepherd who raised his staff became petrified. In that moment everything stopped, everything was suspended, all was silence: Jesus, the savior of humanity and of the universe, was being born».

The Nativity tries to communicate to us that God is not a severe figure, with penetrating eyes to scrutinize our lives. God appears as a child. Not judgmental, but wanting only to be loved and to play.

And as it happens, from the Manger came a voice that whispered to me:

«Oh, human creature, why are you so afraid of God? Don’t you see that His mother wrapped His fragile little body? Don’t you see that He threatens no one? That He condemns no-one? Don’t you hear how He softly cries? More than to help, He needs to be helped and showered with love. Don’t you know that He is God-with-us like us?» And we no longer think, we open the way to the heart that feels, that is compassionate and loves. What else could we do before a Child who we know is God become human?

Perhaps no one has written of the Nativity better than the Portuguese writer Fernando Pessoa, who says: «He is the eternal child, the God who was missing. He is the divine one who laughs and plays. He is a child so human that He is divine».

Later on, they transformed the Child Jesus into Saint Nicholas, into Santa Claus and, finally, into Papa Noel. It is not important, because, deep down, the spirit of goodness, of proximity and of the Divine Gift is there. The editorialist Francis Church of theThe New York Sun was correct, when in 1897 he replied to Virginia, an 8 year old girl who wrote to him: «Dear Editor: please tell me the truth; is there a Santa Claus?»

And he wisely replied:

«Yes, VIRGINIA, there is a Santa Claus. He exists as certainly as love and generosity and devotion exist, and you know that they abound and give to your life its highest beauty and joy. Alas! how dreary would be the world if there were no Santa Claus. It would be as dreary as if there were no VIRGINIAS. There would be no childlike faith then, no poetry, no romance to make tolerable this existence. We should have no enjoyment, except in sense and sight. The eternal light with which childhood fills the world would be extinguished.».

In this holiday, lets try to see with the eyes of the heart. All of us have been educated to see with the eyes of reason, that’s why we are cold. Today we will recover the rights of the heart: we will let ourselves be moved by our children, let them dream and be filled with tender affection before the Divine Child who felt pleasure and happiness when He said He was one of us.

2013: coragem para se renovar. Leonardo Boff


2013: coragem para se renovar

31/12/2012

Há mais de quinze anos atrás publiquei no Jornal do Brasil um artigo sob o título “Rejuvenescer como águias”. Relendo aquelas reflexões me dei conta como de elas são ainda atuais nos tempos maus sob os quais vivemos e sofremos. Retomo-as para alimentar nossa esperança enfraquecida e ameaçada pelas ameaças que pesam sobre a Terra e a Humanidade. Se não nos agarrarmos a alguma esperança, perdemos o  horizonte de futuro e corremos o risco de nos entregarmos ao desamparo imobilizador ou à resignação estéril.

Neste contexto lembrei-me de um mito da antiga cultura mediterrânea sobre o rejuvenescimento das águias.

De tempos em tempos, reza o mito, a águia, como a fênix egípcia, se renova totalmente. Ela voa cada vez mais alto até chegar perto do sol. Então as penas se incendeiam e ela toda começa a arder. Quando chega a este ponto, ela se precipita do céu e se lança qual flecha nas águas frias do lago. E o fogo se apaga. Mas através desta experiência de fogo e de água, a velha águia rejuvenesce totalmente: volta a ter penas novas, garras afiadas, olhos penetrantes e o vigor da juventude. Seguramente este mito constitui o substrato cultural do salmo 103 quando diz:”O Senhor faz com que minha juventude se renove como uma águia”.

E aqui precisamos ser um pouco psicólogos da linha de C.G. Jung que tanto se ocupou do sentido dos mitos. Segunda esta interpretação, fogo e água são opostos. Mas quando unidos, se fazem poderosos símbolos de transformação.

O fogo simboliza o céu, a consciência e as dimensões masculinas no homem e na mulher. A água, ao contrário, a terra, o inconsciente e as dimensões femininas no homem e na mulher.

Passar pelo fogo e pela água significa, portanto, integrar em si os opostos e crescer na identidade pessoal. Ninguém ao passar pelo fogo ou pela água permanece intocado. Ou sucumbe ou se transfigura, porque a água lava e o fogo purifica.

A água nos faz pensar também nas grandes enchentes como conhecemos em 2010 nas cidades serranas do Estado do Rio. Com sua força tudo carregam, especialmente o que não tem consistência e solidez. São os infortúnios da vida.

E o  fogo nos faz imaginar o cadinho ou as fornalhas que queimam e acrisolam tudo o que não é ganga e não é essencial. São as notórias crises existenciais. Ao fazermos esta travessia  pela “noite escura e medonha”, como dizem os mestres espirituais, deixamos aflorar nosso eu profundo sem a ilusões do ego. Então amadurecemos para aquilo que é autenticamente humano e verdadeiro. Quem recebe o batismo de fogo e de água rejuvenesce como a águia do mito antigo.

Mas abstraindo das metáforas, que significa concretamente rejuvenescer como águia? Significa entregar à morte todo o  velho que existe em nós para que o novo possa irromper e fazer o seu curso. O velho em nós são os hábitos e as atitudes que não nos engrandecem: a vontade de ter razão e vantagem em tudo, o descuido para com o lixo, o desperdício da água e o desrespeito para com a natureza, bem como a falta de solidariedade para com os necessitados, próximos e distantes. Tudo isso deve ser entregue à morte para podermos inaugurar uma forma de convivência com os outros que se mostre generosa e cuidadosa com a nossa Casa Comum e com o destino das pessoas. Numa palavra, significa morrer e ressuscitar.

Rejuvenescer como águia significa também desprender-se de coisas que um dia foram boas e de ideias que foram luminosas mas que lentamente, com o passar dos anos, se tornaram ultrapassadas e incapazes de inspirar o caminho da vida. Temos que nos renovar na mente e no coração.

Rejunecer como águia significa ter coragem para recomeçar e estar sempre aberto a escutar, a aprender e a revisar. Não é isso que nos propomos a cada  novo ano?

Que o ano de 2013 que se inaugura, seja oportunidade de perguntar o quanto de galinha existe em nós que não quer outra coisa senão ciscar o chão  e o quanto de águia há ainda em nós, disposta a rejuvenescer ao confrontar-se valentemente com os tropeços e as crises da vida. Só então cresceremos e a vida valerá a pena.

E não podemos esquecer aquela Energia poderosa e amorosa que sempre nos acompanha e que move o inteiro universo. Ela nos habita, nos anima e confere permanente sentido de lutar e de viver.

Que o Spiritus Creator nunca nos falte!

Feliz Ano novo de 2013.